Gal Gadot enfrenta protestas pro-Palestina durante rodaje en Londres

En un giro digno de Black Mirror, el rodaje de The Runner —donde Gal Gadot interpreta a una abogada en apuros— se convirtió en una farsa tragicómica cuando manifestantes irrumpieron como extras no solicitados, coreando consignas contra la industria del entretenimiento que, irónicamente, financia sus pancartas con suscripciones a Netflix.

La exsoldado de las FDI fue escoltada entre gritos de “¡Detengan el bombardeo!”, mientras los manifestantes, en un acto de performance artístico involuntario, confundían un set londinense con la sede de la ONU. La policía, visiblemente aburrida de reprimir protestas contra obras de teatro con temática migrante, atendió el llamado con la urgencia de un trámite burocrático.

Este episodio reafirma la nueva moda geopolítica: vetar a Gadot se ha convertido en el pasatiempo favorito de Medio Oriente, superando incluso al fútbol. Líbano, campeón en censura, ya prohibió su Blancanieves —quizás porque la Reina Malvada les recordó demasiado a ciertos líderes regionales— sumándose a su colección de películas non gratas.

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Mientras tanto, los rumores de tensiones con Rachel Zegler añaden salsa al guion: ¿qué mejor trama que una rivalidad entre una princesa de Disney pro-Palestina y una superheroína sionista? Hollywood, siempre ávido de secuelas, parece estar escribiendo su propio Guerra Fría: La versión de streaming.

La productora Rockwood Pictures insiste en que el filme —sobre una madre desesperada— no es una metáfora del conflicto israelí-palestino, aunque la vida real, como siempre, supera a la ficción con un guion más absurdo que cualquier comedia de enredos.