Germán Montero defiende los corridos y critica la censura como distracción

En un giro digno de la Orwelliana Ministerio de la Verdad Musical, Germán Montero alzó la voz contra el reciente linchamiento burocrático que sufren sus colegas del regional mexicano. Mientras las autoridades cancelan visas con la premura de un DJ borracho apagando el equipo, el cantante —bendecido por el azar de no ser persona non grata— denuncia la hipocresía de culpar a los corridos de males que Pancho Villa narraría con una bala entre los dientes.

Durante el homenaje a la Sonora Santanera (70 años sobreviviendo a modas, gobiernos y algoritmos), Montero soltó una perla digna de los Anales de la Absurdez Gubernamental: Los corridos son chivos expiatorios tan antiguos como el impuesto predial. Según su lógica —que haría llorar a un historiador—, si Venustiano Carranza hubiera tenido Spotify, hoy estaría en listas negras por incitar a la revolución.

El exintegrante de La Arrolladora Banda El Limón pintó un cuadro conmovedor: millones de migrantes hambrientos de nostalgia, obligados a conformarse con tacos de asimilación cultural en EE.UU., mientras el Departamento de Estado les niega el antídoto musical. ¿Qué sigue?, preguntó retóricamente, ¿Vetar el tequila por asociación con el desmadre?

Su solidaridad con Los Alegres del Barranco —ahora Los Tristes del Interrogatorio— fue tan conmovedora como inútil: Nosotros sólo escribimos canciones, no planes fiscales. La frase resonó como un grito en el vacío de un país donde, según Montero, prefieren fusilar metáforas que balas reales.

El epílogo fue una joya: No tapemos el sol con un dedo, dijo, ignorando que en el México surrealista del siglo XXI, los dedos oficiales son suficientes para eclipsar hasta el mediodía.