Jenna Ortega revela el lado oscuro de la fama tras el éxito de Merlina

CIUDAD DE MÉXICO.- Jenna Ortega, la icónica protagonista de Merlina, rompe el silencio sobre el costo emocional del éxito masivo. A pesar de que la serie batió récords en Netflix con 252.1 millones de reproducciones, la joven actriz confiesa que la fama repentina la sumergió en un torbellino de inseguridad y presión insostenible.

En una reveladora entrevista con Harper’s Bazaar, la artista de 22 años describe cómo la sobrexposición mediática chocó con su personalidad introvertida: “La atención fue como un huracán: intenso, aterrador y, sobre todo, solitario”. Ortega, quien inició su carrera en Disney Channel, enfrentó una paradoja: alcanzar la cima del estrellato mientras se sentía “incomprendida” bajo el microscopio de las redes sociales.

“El acoso digital se ha normalizado como si fuera parte del contrato”, denuncia la actriz, cuestionando la cultura tóxica de Hollywood. Pero aquí surge lo revolucionario: Ortega está reescribiendo las reglas. En lugar de dejarse encasillar como la eterna colegiala gótica, está diversificando su carrera con proyectos audaces como Muerte de un Unicornio (A24) y colaboraciones con Taika Waititi y Natalie Portman.

Su estrategia es un masterclass en reinvención disruptiva: usar la visibilidad de Merlina como trampolín para explorar roles complejos que desafíen los estereotipos juveniles. “Vestir el uniforme escolar no debería limitar mi voz como mujer”, afirma, desafiando la infantilización de las actrices jóvenes.

Mientras prepara la segunda temporada de Merlina (estrenada en dos partes: 6 de agosto y 3 de septiembre), Ortega plantea una pregunta incómoda: ¿qué sacrificios emocionales exige realmente la industria del entretenimiento? Su testimonio no es solo una confesión, sino un llamado a repensar cómo construimos y consumimos la fama en la era digital.

El verdadero giro innovador: está transformando su vulnerabilidad en un manifiesto generacional. “El equilibrio no es rendición”, concluye. “Es crear con autenticidad mientras honro a quienes me apoyan”. Una lección que trasciende Hollywood: incluso en la cumbre, hay derecho a ser humano.