El controvertido artista Kanye West irrumpió en el juicio federal de Nueva York este viernes, en una jornada clave del proceso contra el productor Sean “Diddy” Combs, acusado de tráfico humano y crimen organizado. Su presencia, inesperada y cargada de simbolismo, reactivó el debate sobre las conexiones de poder en la industria del entretenimiento.
Vistiendo un llamativo atuendo blanco y lentes oscuros, el rapero de 48 años ingresó al edificio judicial junto a Christian Combs, hijo del acusado, y un equipo de seguridad privada. Ante la prensa, confirmó con un lacónico “Sí” que estaba allí para respaldar a Diddy, pero evitó aclarar si declararía como testigo.
Contrario a lo esperado, West no recibió privilegios especiales durante los protocolos de seguridad, según testigos. Fue ubicado en una sala secundaria junto a su escolta, lejos del núcleo principal del juicio, donde observó las audiencias junto al abogado defensor Xavier Donaldson.
Esta aparición rompe el aislamiento mediático que rodea a Combs desde los allanamientos a sus propiedades en 2024. Ninguna otra figura pública había mostrado apoyo abierto al fundador de Bad Boy Records, actualmente en prisión preventiva sin derecho a fianza por cargos que podrían derivar en cadena perpetua.
La fiscalía sostiene que el magnate musical operó durante 20 años una estructura delictiva basada en coerción y abuso sistemático, mientras su defensa argumenta que todas sus relaciones fueron consentidas. El caso, seguido globalmente por plataformas digitales, refleja el creciente escrutinio sobre los abusos de poder en Hollywood y la música.
Notablemente ausente estuvo Bianca Censori, esposa de West, pese a haber sido fotografiada con él horas antes en Manhattan. Su omisión alimenta teorías sobre la estrategia comunicacional detrás de esta aparición calculada.