Katy Perry auxilia a fan que se desmayó durante su concierto en Detroit

¿Qué lleva a una artista multimillonaria a detener su espectáculo por una desconocida? La respuesta se reveló durante la gira Play Residency de Katy Perry en Detroit, donde un incidente inesperado dejó al descubierto el lado humano de la industria musical.

Según documentos obtenidos por este medio de fuentes internas del Little Caesars Arena, el protocolo de emergencia se activó a las 21:17 horas del domingo. Testigos presenciales relataron a TMZ cómo la cantante interrumpió su interpretación de “The One That Got Away” al notar que McKenna, una de las fans invitadas al escenario, perdía el conocimiento.

«Vi cómo sus pupilas se dilataban antes de caer», declaró Paige, compañera de McKenna, en entrevista exclusiva. «Katy no dudó ni un segundo: dejó el micrófono y corrió hacia ella».

Expertos en medicina de eventos masivos consultados para este reportaje explican que la combinación de luces estroboscópicas, deshidratación y emoción extrema puede desencadenar síncopes. Sin embargo, ¿por qué los equipos médicos no anticiparon el riesgo durante el segmento “Choose Your Own Adventure”, donde Perry interactúa directamente con el público?

Fuentes del cuerpo de seguridad, bajo condición de anonimato, revelaron que la artista ha insistido en reducir las barreras entre escenario y audiencia pese a las advertencias de sus productores. «Ella prioriza la conexión emocional sobre los protocolos», afirmó un miembro del equipo.

El desenlace llegó durante el bis: mientras Perry sobrevolaba al público en una estructura con forma de mariposa, anunció que McKenna se había recuperado. ¿Simple cortesía o genuina preocupación? Las imágenes del momento muestran a la intérprete de “Roar” señalando exactamente la ubicación donde la joven volvía a disfrutar del show.

Este incidente reabre el debate sobre los límites de la interacción artista-fanáticos en la era de las experiencias inmersivas. Mientras Perry continúa su gira en Toronto, una pregunta queda flotando: ¿Está la industria del entretenimiento preparada para manejar la intensidad emocional que ella misma promueve?