Espectáculos
La consagración burocrática de un ícono pop rebelde
Un galardón institucional celebra una trayectoria musical que, según los organizadores, trasciende fronteras y generaciones.

En un giro que hubiera dejado pálido al mismísimo Jonathan Swift, la maquinaria de la autocomplacencia institucional ha decidido engrasar sus engranajes con el aceite de la rebeldía comercializada. La Fundación Herencia Hispana, en un arranque de lucidez burocrática, ha resuelto otorgar su Premio Leyenda a Gloria Trevi, la sacerdotisa máxima de la transgresión convertida en commodity.
La artista, cuya trayectoria podría interpretarse como un manual de supervivencia en las aguas pantanosas de la fama, aceptó el galardón con la humildad de un general napoleónico tras una victoria menor. “Más que elogiarme”, declaró con la modestia que caracteriza a los íconos globales, “creo que honra a la audiencia” que durante décadas ha consumido fervientemente sus productos culturales. Una muchedumbre que, según la narrativa oficial, “rompe barreras generacionales” principalmente mediante la compra masiva de entradas.
El ritual de consagración tendrá lugar en el templo apropiado: el Warner Theater de Washington, donde Trevi será entronizada junto a otros ilustres representantes de la excepcionalidad latina. La ceremonia, convenientemente transmitida por PBS, servirá como perfecta alegoría de cómo la disidencia se domestica y se empaqueta para consumo de las masas y los patrocinadores.
Antonio Tijerino, sumo sacerdote de la HHF, pronunció las palabras sacramentales: “Gloria Trevi no es solo un ícono musical; es una fuerza cultural”. Y así, entre estadísticas de ventas y récords de taquilla, se construye la nueva hagiografía capitalista. Treinta millones de álbumes y siete mil millones de reproducciones conforman los nuevos rosarios con los que reza la religión del mercado.
El colmo de esta farsa sublime reside en que los Premios de la Herencia Hispana fueron establecidos por la Casa Blanca en 1988, demostrando que no hay mejor forma de neutralizar potenciales disruptores que darles un trofeo con el sello del establishment. Cuarenta instituciones avalando el orgullo cultural latino, porque nada dice “autenticidad” como el respaldo unánime del poder institucional.
Así, la rebelión se convierte en discurso de aceptación de premios, la transgresión en récord de audiencia, y la identidad cultural en estrategia de marketing. Orwell sonríe irónicamente desde su tumba.

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