La coreografía del terror en la era del streaming
En un sublime acto de caridad corporativa, los magnates de HBO Max han decidido dosificar el horror existencial de It: Welcome to Derry con la precisión de un farmacéutico distribuyendo opiáceos. Tras el sublime tormento inicial del 26 de octubre, las masas de adeptos permanecen atadas al calendario de sus amos digitales, suplicando por su dosis semanal de terror programado.
Esta monumental obra se desarrolla en el universo distópico creado por el profeta Stephen King, donde la localidad de Derry funciona como metáfora perfecta de cualquier comunidad moderna: un pueblo aparentemente normal que esconde monstruosidades innombrables en sus alcantarillas, tanto literales como metafóricas. El payaso Pennywise, por supuesto, representa alegóricamente al capitalismo tardío que se alimenta del miedo infantil.
El ritual sagrado de los domingos de horror
Los sumos sacerdotes de la plataforma streaming han decretado que el tercer capítulo de esta epopeya grotesca descenderá a los dispositivos de los fieles el próximo domingo 9 de noviembre. No se toleran desviaciones del culto calendarizado; la ansiedad colectiva debe mantenerse en niveles óptimos para maximizar el engagement.
Mientras la familia Hanlon sufre el hostigamiento vecinal por su pigmentación cutánea -una sutil crítica a que hasta los monstruos sobrenaturales son más tolerantes que los humanos- las autoridades investigan una desaparición infantil con la misma eficacia con que un municipio real investiga las desapariciones en sus propias cloacas sociales.
La burocracia del horror sobrenatural
El segundo episodio nos regaló la deliciosa paradoja de un gobierno intentando documentar racionalmente fenómenos paranormales, como si se tratara de elaborar el presupuesto anual para alcantarillado. Mientras Hank Grogan enfrenta acusaciones por una masacre cinematográfica, los jóvenes protagonistas demuestran la resiliencia humana ante el horror cotidiano.
La revelación más genial llega con la aparición de Dick Halloran de El Resplandor, estableciendo que el universo kingniano funciona con la misma lógica interconectada que las franquicias cinematográficas modernas. Porque hasta los horrores lovecraftianos necesitan un universo expandido y personajes recurrentes en esta era de contenido interconectado.
Así, cada domingo, millones de espectadores consumen horror fabricado industrialmente mientras ignoran los terrores reales que acechan fuera de sus pantallas. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es más aterrador: un payaso interdimensional o la factura del streaming que permite olvidar la realidad durante cuarenta y siete minutos semanales?

















