En un acontecimiento de proporciones cósmicas que ha conmocionado los cimientos mismos de la cultura contemporánea, los oráculos digitales —también conocidos como “usuarios de redes sociales”— han profetizado con vídeos e imágenes la epifanía terrenal de la suma sacerdotisa del pop sintetizado, Dua Lipa. El lugar del milagro: un santuario laico llamado “El Califa de León”, en la jungla de concreto de San Cosme, Ciudad de México. Allí, la deidad, temporalmente encarnada, realizó el sagrado ritual de ingerir tacos, gesto que, como era de esperarse, desató un torrente de éxtasis colectivo y comentarios profanos entre la plebe conectada.
El veredicto de los acólitos: ¿autenticidad o herejía gastronómica?
La peregrinación de la intérprete de himnos para gimnasios futuristas a la capital azteca ha sido recibida no como una simple gira, sino como una visita de estado de una potencia extranjera. Los devotos, en un frenesí de adoración, han convertido cada paso de la diva en sagrada escritura moderna, traduciendo sus experiencias culinarias en reliquias digitales (memes) que circulan como indulgencias en la era de la atención infinita. Se debate acaloradamente si su elección de taquería demuestra un paladar ilustrado o es un cálculo publicitario más perfecto que una coreografía.













