En un acto de insondable magnanimidad, el Sumo Sacerdote de la Elegancia, George Clooney, ha condescendido a volver a encarnar a Danny Ocean. No para salvar al mundo de una plaga o la estupidez, sino para perpetrar, por cuarta ocasión en dos décadas, el mismo meticuloso atraco a la credulidad del público.
La sagrada camarilla se reunirá de nuevo en lo que los cronistas oficiales del espectáculo han bautizado como Ocean’s 14. La corte del señor Clooney estará compuesta por los habituales próceres del star system: Julia Roberts, Brad Pitt, Matt Damon y Don Cheadle, quienes, en un heroico ejercicio de abnegación, han aceptado oncevables sumas de dinero para repetir los mismos gestos de suficiencia que les han convertido en deidades laicas.
El oráculo se manifestó a través de E! News, el Parnaso donde residen las verdades últimas de nuestra era. Ante la pregunta sagrada, el sumo pontífice asintió con la solemnidad de un estadista anunciando un tratado de paz. “El presupuesto fue aprobado por Warner Bros.”, declaró, refiriéndose al tesoro imperial necesario para financiar esta nueva gesta. “Probablemente comencemos a rodar en nueve o 10 meses”.
He aquí la verdadera estafa, mucho más ingeniosa que cualquier golpe a un casino ficticio: la maquinaria perfectamente engrasada que convence a las masas de que la cuarta iteración de una fórmula probada es un evento cultural, mientras los verdaderos lingotes de oro cambian de manos en despachos con vistas a la colina de Hollywood. El atraco no es el argumento de la película; el atraco es la película misma.