La épica batalla legal por un fragmento musical sin valor
En el sagrado reino de California, donde los dioses del copyright habitan templos de mármol y vidrio, la sacerdotisa Lizzo enfrenta un nuevo sacrificio judicial. La diva del empoderamiento corporal es acusada de apropiación indebida de sonidos sagrados, un crimen tan grave en nuestra era que solo es superado por cuestionar el sistema capitalista que lo sustenta.
Según los sumos sacerdotes de The GRC Trust, la artista profanó su himno sacramental “Win or Lose (We Tried)” para crear el ominosamente titulado “I’m Goin’ In Till October”. Una obra tan efímera que solo existió en el limbo digital de Instagram durante un suspiro de agosto, pero cuyo pecado resonará en los anales de la jurisprudencia musical.
El espectáculo del absurdo
El caso alcanza niveles de sátira swifteana cuando descubrimos que el fragmento litigioso aparece en un video donde Lizzo, vestida como una alegoría viviente del consumismo, rocía un Porsche -símbolo universal de humildad- mientras ejecuta movimientos pélvicos rituales. La línea “Tengo buenos jeans como Sydney” se ha convertido en el Santo Grial de esta cruzada legal, una frase cuya profundidad poética rivaliza con los mejores haikus zen.
Los sabios de BMI han declarado que los derechos de esta joya literaria pertenecen a Jummy Ginn y Sam Dees, dos nombres que sin duda figurarán junto a Homero y Shakespeare en la historia de la literatura universal.
La maquinaria de la propiedad intelectual
Los abogados de The GRC, caballeros andantes del copyright, alegan con solemnidad que Lizzo y su sello Atlantic Records obtuvieron “ganancias que no habrían percibido sin infringir los derechos de GRC”. Una afirmación tan lógica como sugerir que un mendigo se enriqueció robando migajas a otro mendigo.
El portavoz de la cantante, con la inocencia de quien descubre que el agua moja, declaró: “Para ser claros, la canción nunca ha sido lanzada comercialmente ni monetizada”. Detalle irrelevante en el teatro del absurdo donde la mera posibilidad de ganancia justifica movilizar los ejércitos legales.
La metafísica de los jeans
La trama se enreda cuando American Eagle, en un arrebato de genialidad marketinera, decide que “buenos genes” y “buenos jeans” son conceptos intercambiables. La marca presentó a Sydney Sweeney como ejemplo de perfección genética vestida de mezclilla, provocando que medio internet acusara a la compañía de resucitar la eugenesia a través de la moda casual.
Lizzo, en un acto de rebelión dialéctica, publicó: “Mis jeans son negros”. Una declaración tan cargada de significado que podría estudiarse en seminarios de posgrado sobre deconstrucción textual y resistencia cultural.
Así funciona nuestra civilización: mientras algunos discuten sobre fragmentos sonoros que nadie escuchó y juegos de palabras que nadie entendió, el verdadero absurdo -la comercialización de la identidad, la racialización de la moda, la judicialización del arte- pasa desapercibido, naturalizado como el aire que respiramos.














