La fábula de la reina que reinventó el espejo distorsionado
En un giro tan predecible como profundamente revelador de nuestra época, la Sacerdotisa Suprema del Entretenimiento Masivo, Sabrina Carpenter, ha decidido descender de su trono celestial para reinventar—léase: diluir hasta la irreconocibilidad—el legado de Lewis Carroll. No satisfecha con la simple adoración de sus acólitos, la diva ha emprendido la sagrada misión de producir y protagonizar lo que los sumos sacerdotes de Universal Pictures denominan con solemnidad “una reinterpretación musical moderna“.
¿Qué mejor manera de celebrar un clásico de la literatura nonsense que transformarlo en un espectáculo coreografiado? La ironía—tan deliciosamente invisible para los arquitectos de este proyecto—reside en que el mundo absurdo que Carroll concibió como crítica velada a la sociedad victoriana será ahora empaquetado, pasteurizado y servido como entretenimiento digerible para las masas. La directora Lorene Scafaria, cuya obra maestra “Hustlers” exploraba el arte del engaño sistematizado, parece la candidata perfecta para semejante empresa.
LA GRAN FARSA CREATIVA
Nos quieren hacer creer que la “participación activa” de Carpenter en este engendro cinematográfico representa algún tipo de empoderamiento artístico. ¡Qué conmovedor! La joven doncella—cuya trayectoria incluye desde canciones sobre desamores adolescentes hasta complejas exploraciones existenciales sobre bailar trap—se ha atrevido a presentar un “lookbook” a los magnates del estudio. ¡Revolución! ¡Subversión! ¡La plebe ha hablado!
Marc Platt, ese alquimista moderno especializado en transformar obras literarias en productos musicales de consumo masivo—véase su magistral conversión de “Wicked” en mercancía cultural—bendice este sacrilegio con su presencia. Juntos forman el triunvirato perfecto para vaciar de significado un clásico y reemplazarlo con coreografías pegadizas.
LA METAMORFOSIS DEL ARTISTA
Observen la trayectoria ejemplar de nuestra heroína: desde los confines de la fábrica Disney—esa máquina de producir sueños empaquetados—hasta la cumbre de abrir conciertos para Taylor Swift, la suma sacerdotisa del capitalismo rosa. Su evolución artística—desde el pop adolescente hasta el trap—refleja fielmente la deriva de una industria que confunde cambio de género con profundidad intelectual.
Su incursión en Broadway con “Mean Girls”—obra maestra de la sátira social convertida en producto de consumo—fue sin duda el entrenamiento perfecto para esta nueva misión: tomar una crítica mordaz a la lógica absurda de la autoridad y convertirla en un musical sobre una chica que canta mientras cae por el agujero del conejo.
EL NUEVO EVANGELIO SEGÚN SABRINA
El comunicado de prensa—ese género literario donde la hipérbole campa a sus anchas—nos asegura que Carpenter busca “traer una nueva visión del clásico para una nueva generación”. Traducción: tomarán las complejidades filosóficas de Carroll y las reducirán a mensajes selfie-compatibles con fondos de TikTok.
El “mundo fantástico y absurdo” original se mantendrá, nos prometen, pero con “un enfoque moderno y musical”. Es decir: el Sombrerero Loco ahora tendrá autotune, la Reina de Corazones rapeará sus órdenes de decapitación, y Alicia descubrirá que el verdadero significado de su viaje era encontrar su voz interior—preferiblemente en una balada power que pueda sonar en las radios comerciales.
En esta alegoría perfecta de nuestra era, el país de las maravillas se ha convertido en el país del branding, donde los gatos de Cheshire son influencers que desaparecen dejando solo un hashtag, y donde la oruga filosofal ha sido reemplazada por un coach de vida que vende cursos de mindfulness.
El proyecto es—nos dicen con solemnidad—”muy personal” para Carpenter. ¡Y cómo no iba a serlo! ¿Qué podría ser más personal que usar un clásico de la literatura universal como escalón para el propio ascenso en el Olimpo hollywoodense? En el gran circo del entretenimiento contemporáneo, incluso la subversión más radical puede ser empaquetada y vendida como mercancía. Bienvenidos al verdadero país de las maravillas: donde el sinsentido original ha sido reemplazado por el sinsentido comercial, y donde todos aplaudimos mientras nos venden el espejo distorsionado como si fuera una ventana a la autenticidad.

















