La Farsa Sagrada de Nuestro Tiempo
Gael García Bernal y Paulina Dávila encarnan a los santos laicos del melodrama contemporáneo.
En el grandioso Santuario del Entretenimiento Global, donde se canonizan las banalidades, Gael García Bernal y Paulina Dávila protagonizan el nuevo ritual colectivo titulado “Santita”, una producción que promete elevarnos a los cielos del drama y la comedia, ese cóctel milagroso que nos redime de tener que pensar.
Bajo la dirección del sumo sacerdote Rodrigo García, la parábola moderna nos presenta a una mujer que, en un acto de iluminada coherencia existencial, abandona al amor de su vida el día de su boda tras quedar confinada a una silla de ruedas. Veinte años después, como en esas pesadillas recurrentes donde el pasado nos persigue, el hombre regresa para obligarla a confrontar sus decisiones, en lo que sin duda será un profundo tratado sobre la condición humana, o al menos un excelente vehículo para acumular horas de visualización.
La Santificación de las Contradicciones
“Paulina encarna un personaje complejo, lleno de contradicciones, adicciones y buen humor”, explica García con la solemnidad de un teólogo describiendo los atributos de un nuevo santo. “El romance con el personaje de Gael es uno de los pilares fundamentales de esta epopeya”, añade, confirmando que incluso en el reino de la discapacidad y el trauma, el imperativo romántico sigue siendo la verdadera religión de nuestro tiempo.
La química entre los protagonistas, nos aseguran, es tan palpable como la gracia divina, convirtiendo esta producción en un verdadero milagro de la ingeniería emocional contemporánea.
La Peregrinación a los Santuarios del Consumo
La avenida Revolución de Tijuana, ese templo del turismo y la identidad nacional empaquetada para exportación, con sus burros-cebra que parecen alegorías andantes de nuestra propia naturaleza contradictoria, sirve como escenario principal para esta comedia humana.
“En un episodio hay una boda que se convierte en locura”, confiesa un miembro de la producción, como si describiera un rito dionisíaco moderno. “No le va bien a los personajes, pero fue divertido filmarlo”, añade, recordándonos que el sufrimiento ajeno siempre es más entretenido cuando ocurre en pantalla.
María Estela Fernández, la gran vestuarista de esta ópera social, declara con devoción: “Yo con Rodrigo estoy donde sea, así fuera una fiesta infantil”. He aquí el verdadero credo del artista contemporáneo: la disponibilidad absoluta ante los designios del mercado.
El Sumo Sacerdote y Sus Otros Misterios
Mientras tanto, el director García prepara su siguiente ofrenda al altar del streaming: “Las locuras”, cinco historias capitalinas que, según el propio sumo sacerdote, contienen más humor que su trabajo anterior porque “con la edad uno no quiere hacer tanto drama”.
He aquí la gran revelación: con los años, incluso los grandes dramaturgos descubren que la frivolidad es el verdadero elixir de la vida moderna, y que en un mundo lo suficientemente absurdo, la comedia se convierte en el único refugio ante la imposibilidad de tomarse en serio a uno mismo.
Así, entre santidades fabricadas y locuras consagradas, la industria cultural sigue produciendo los espejos distorsionados donde nos contemplamos, buscando quizás no la verdad, sino simplemente una buena historia para contar en la próxima cena.














