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La farsa dorada de los premios donde todos ganan menos el espectador

La industria celebra mientras el algoritmo decide quién merece aplausos y quién el olvido digital.

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En un giro que nadie anticipó (excepto los 300 analistas de datos contratados por Netflix), Adolescencia, esa joya fabricada en laboratorio para dominar el top 10 global, barrió los Premios Gotham como un huracán de contenido prefabricado. La ceremonia, celebrada en un Nueva York que intentaba fingir emoción, coronó a la serie en las tres categorías donde competía: “Miniserie más adictiva según métricas de engagement”, “Actor que mejor siguió el guión algorítmico” (Stephen Graham) y “Secundario que no desentonó con el filtro nostalgia” (Owen Cooper).

Mientras, The Pitt y The Studio recogieron sus galardones por “drama que imita con precisión quirúrgica otras 27 series premium” y “comedia que demuestra que el humor puede ser tan reproducible como un meme de TikTok”, respectivamente. Los asistentes, entrenados para ovacionar cualquier mención a la “diversidad” o “innovación”, aplaudieron con fervor religioso, ignorando que los verdaderos ganadores fueron los accionistas de las plataformas, cuyas acciones subieron exactamente 0.5% durante el discurso de agradecimiento.

Así, la industria celebró su eterno ciclo: premiar contenido diseñado por comités, mientras el público, hipnotizado por la siguiente autoplay, olvida estos títulos antes de que termine el reels del afterparty.

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