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Espectáculos

La farsa dorada de Palm Beach y sus marginados de diseño

Un espejo deformante de la élite donde el único crimen es nacer en el código postal equivocado.

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El Sueño Americano, Versión Deluxe con Crimen Incluido

En un alarde de originalidad deslumbrante, el gigante tecnológico Apple TV+, en su incesante búsqueda por llenar el vacío existencial de las clases ociosas, ha desvelado con pompa y circunstancia el primer vistazo de la segunda entrega de su opereta moral favorita: Palm Royale. La serie, una comedia nominada al Emmy que explora las profundidades abisales de la frivolidad, regresa para seguir escarbando en las heridas supurantes del sueño americano, convenientemente maquilladas con filtros de instagram y champán.

La plataforma, en un comunicado que huele a manual de autoayuda para oligarcas, nos presenta esta saga como un “testimonio de cada persona marginada”. ¡Toma ya! Por fin las parias multimillonarias que sufren por no sentarse en la mesa correcta del club de campo tienen su epopeya. La pregunta filosófica que plantea la trama es de una profundidad que corta la respiración: “¿Cuánto de ti estás dispuesto a sacrificar para conseguir lo que otro tiene?”. Una cuestión que, sin duda, resuena en los hogares de quienes eligen entre pagar la luz o comer, no entre caviar beluga o ostras de Gillardeau.

La Heroína de Nuestro Tiempo: Una Mártir del ‘Cashmere’

Nuestra heroína, Maxine Dellacorte (Kristen Wiig), no lucha contra un sistema opresor, sino contra el ostracismo de los salones de baile. Tras un “escandaloso colapso público” (que imaginamos involucra un canapé derramado sobre un vestido de haute couture), se ve obligada a emplear su “ingenio y astucia” no para derribar estructuras de poder, sino para trepar por ellas como una enredadera envenenada de privilegio y desesperación burguesa.

El elenco de estrellas consagradas (Ricky Martin, Laura Dern, Carol Burnett) parece una metáfora perfecta del sistema: caras bonitas para vender una miseria dorada. Nos prometen que en esta temporada Maxine descubrirá que ese mundo se basa en “secretos, mentiras y alguno que otro delito”. ¡Sorpresa! Como si el capitalismo tardío fuera un nido de víboras y no un jardín de rosas. La verdadera comedia no es la que ellos graban, sino la que nosotros vivimos: creer que estas fábulas para rentistas son una crítica social y no su más exquisito producto de consumo.

Diez nuevos episodios, desde noviembre hasta enero, para que podamos seguir contemplando, como romanos en el circo, cómo los que todo lo tienen luchan con uñas y dientes (de porcelana) por lo único que les falta: la validación absoluta. La farsa está servida. Y nosotros, plebeyos digitales, pagaremos la suscripción para reírnos de los amos que, irónicamente, seguimos financiando.

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