La farsa sublime de vivir en la era del espectáculo

En un giro tragicómico digno de nuestros tiempos, el Gran Arquitecto del Universo Digital ha reclamado para su eterno algoritmo a uno de sus más devotos sacerdotes: el venerado bufón Steve Bridges, quien a la temprana edad de cuarenta y un primaveras fue hallado rindiendo pleitesía al dios Morfeo en lo que los cronistas oficiales del régimen han catalogado como una “partida pacífica”.

Su desaparición terrenal ha desatado una epidemia de duelo digital sin precedentes, donde legiones de fieles seguidores depositan sus ofrendas de emoticonos llorosos y mensajes pre fabricados en el altar virtual de las redes sociales, coreando al unísono las virtudes del difunto: su talento para la pantomima, su calidez pixelada y su inquebrantable lealtad al entretenimiento familiar.

—–¿Quién era realmente este mesías del humor efímero?

Steve Bridges encarnaba a la perfección el paradigma del hombre contemporáneo: un alquimista moderno que transformaba banalidades cotidianas en oro digital mediante el sagrado arte del personaje cómico. En esta nueva religión laica, su ingenio consistía en reflejar distorsionadamente la realidad hasta hacerla digerible para las masas, utilizando como púlpito una pantalla verde y como Biblia los caprichosos algoritmos.

No debe confundirse con su homónimo, un simple imitador político de la antigua guardia que murió en 2012. Este nuevo Bridges era un producto superior: había comprendido que en el siglo XXI la identidad propia es tan mutable como los trending topics, y que la verdadera inmortalidad reside en los servidores de TikTok.

—–Los rituales del duelo en la era del espectáculo

En el video-homenaje oficial, su suma sacerdotisa Chelsey reveló el gran misterio: “Lo que veneraban en pantalla eran meras máscaras. En el mundo real era un padre ejemplar, un esposo modélico y un ser de dulzura celestial”. La pareja, unida durante dieciséis años por el sacramento del matrimonio y bendecida con tres vástagos, representaba el ideal familiar que toda sociedad necesita proyectar.

La viuda, visiblemente conmovida, agradeció a la grey digital por permitir que su consorte “cumpliera su sueño” de provocar risas efímeras. “Gracias a su devoción, él pudo consagrar su existencia a lo que amaba”, declaró entre lágrimas perfectamente encuadradas, estableciendo así la nueva ecuación sagrada: felicidad = seguidores + monetización.

Para coronar este ritual contemporáneo, el sumo sacerdote Frank Caesar —colega y amigo del difunto— ofició la ceremonia fúnebre mediante un video emotivo donde proclamó: “El mundo es más oscuro sin Steve”. Acto seguido, como corresponde en nuestra civilización avanzada, inauguró la colecta digital para sufragar los gastos del tránsito final, fusionando así duelo, espectáculo y crowdfunding en un mismo acto litúrgico.

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