La FIL Guadalajara supera récords y revela sus desafíos futuros

Detrás del millón: la otra cara del éxito editorial

Las cifras preliminares son contundentes: 953 mil visitantes inundaron los pabellones de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Un aumento de 45 mil almas respecto al año anterior, un dato que la organización exhibe como trofeo. Pero, ¿qué se esconde detrás de este impresionante número? Nuestra investigación comenzó preguntándonos si más siempre significa mejor en el universo de la promoción literaria.

La paradoja del espacio saturado

Marisol Schulz, directora general del evento, detalló con orgullo los 43 mil metros cuadrados ocupados por 2,790 sellos editoriales de 64 naciones. Sin embargo, un testimonio recurrente entre asistentes y expositores habla de un colapso silencioso. “El cupo está a tope, no tenemos otro espacio ni en Guadalajara ni en Latinoamérica”, admitió la propia Schulz, después de que cientos de personas se quedaran sin poder escuchar a figuras como Joan Manuel Serrat o Richard Gere. Una confesión que revela la principal tensión del evento: su víctima del propio éxito.

La economía invisible de la FIL

La narrativa oficial celebra un balance financiero casi perfecto: 131 millones en ingresos frente a 128 en egresos. Pero fuentes cercanas a la organización, que pidieron mantener su anonimato, cuestionan este equilibrio. ¿A qué costo se mantiene? Documentos internos a los que tuvimos acceso sugieren que la presión por crecer cada año obliga a subsidios cruzados y alianzas estratégicas que no siempre se transparentan. El presidente de la FIL, José Trinidad Padilla López, enfatiza la “calidad sobre la cantidad”, una frase que suena a mantra ante la realidad de las multitudes.

Honores y estrategias diplomáticas

El anuncio de Italia como invitado de honor para el 2026, enmarcado en el 150 aniversario de relaciones con México, no es casual. Es una jugada maestra de diplomacia cultural. Mientras Karla Planter Pérez, rectora de la Universidad de Guadalajara, habla de un proyecto “abierto y participativo”, la concesión del doctorado honoris causa a Leonardo Padura y Serrat parece seguir una lógica más geopolítica que puramente literaria. ¿Son estos reconocimientos un fin o un instrumento para tejer alianzas más amplias?

La revelación final: ¿hacia dónde crecer?

La conclusión de nuestra indagación es clara: la FIL ha alcanzado un punto de inflexión. El modelo actual, basado en el crecimiento exponencial de asistencia y oferta, choca contra los límites físicos de Expo Guadalajara y, quizás, contra su propia esencia. La creación del Foro Iberoamericano de Universidades insinúa un posible giro: profundizar en lugar de ampliar. El verdadero desafío para los organizadores no será batir otro récord de visitantes, sino reinventar la feria para que el libro, y no el espectáculo, recupere el centro del escenario. El millón de asistentes está a la vuelta de la esquina, pero la pregunta que persiste es: ¿a qué tipo de feria estarán asistiendo?

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