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Espectáculos

La implacable máquina de relevancia de Belinda

Un recorrido mordaz por la implacable máquina de relevancia en la que se ha convertido la carrera de un ídolo pop.

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En el coliseo moderno del espectáculo, donde los gladiadores libran batallas con micrófonos en lugar de espadas, se ha decretado que ninguna semana de Belinda puede ser una isla de normalidad. Anoche, en un ritual de mutua conveniencia publicitaria, fue desplegada como arma sorpresa en el arsenal de Shakira durante su gira Las Mujeres Ya No Lloran (Pero Firman Contratos de Colaboración).

El momento, calificado de “único” por los sumos sacerdotes de la prensa del corazón, consistió en la interpretación de un tema que, por una casualidad cósmica y estadísticamente improbable, resulta ser la canción favorita de la mexicana. ¡Qué fortuna!

Demostrando los finos modales de un embajador en una corte extranjera, la también actriz no se presentó con las manos vacías. Portaba una ofrenda de cien peonías y un perfume, tal vez para aromatizar el aire cargado de transaccionalidad.

Este evento es solo el último eslabón en una cadena de montaje de relevancia impecable. Recientemente, el excéntrico director Tim Burton fue “impactado” por su aura, manifestando un interés que, curiosamente, coincidió con un pico en las búsquedas web de la artista. La semana pasada, fue tele transportada a la corte de Bad Bunny en Puerto Rico, donde ejecutaron una danza ritual que los tabloides, con poesía involuntaria, tildaron de “sensual”. El “Conejo Malo”, según se nos informa, es un devoto estudioso de la obra temprana de Belinda, Cómplices al Rescate, citando a los personajes de Mariana y Silvana en sus letras como quien cita a Schopenhauer.

La máquina, sin embargo, no descansa. Hoy ingresa a un estudio de grabación para manufacturar un tema en colaboración con otras dos piezas clave de la industria. Mañana, grabará un video musical en Puerto Rico. Pasado, ensayará para una función estelar. La semana entrante, encarnará a la última Emperatriz de México en España.

Su existencia es un perpetuo “loop” de productividad glamorosa, una coreografía perfecta donde cada paso, cada colaboración, cada declaración pública está meticulosamente calculada para mantenerla en el ojo del huracán, que es el único lugar donde algo puede ser visto. Es el sueño de cualquier marca: un ser humano convertido en el producto más consistente y rentable, un faro de relevancia perpetua en un mar de olvido instantáneo.

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