La Justicia Baila al Son de la Fama

La Justicia Baila al Son de la Fama

En el majestuoso teatro de la justicia mexicana, donde las leyes se interpretan con la flexibilidad de un tema de regional mexicano, el triunfo jurídico de Christian Nodal resonó como esos aplausos de estudio que tanto adornan los programas televisivos. Una jueza de control, en un acto de contorsión legal digna del circo más prestigioso, decidió que el presunto delito de falsificación documental merecía una pausa musical antes del siguiente movimiento procesal.

Tras una estadía de dieciséis horas en el exclusivo Reclusorio Oriente -donde las audiencias se prolongan más que un concierto de tres horas-, el trovador emergió proclamando su absolución con la convicción de quien anuncia una gira mundial. “Siempre he creído en la justicia”, declaró a los medios, en lo que parecía más el estribillo de un éxito discográfico que una declaración jurídicamente precisa.

La Fiscalía Ajusta el Ritmo

Pero la FGR, en un giro digno de esas telenovelas donde el villano revela su verdadero plan en el capítulo final, acudió a su púlpito digital en X para aclarar que lo que el cantante llamaba “justicia” era en realidad lo que en el mundanal mundo jurídico se conoce como “un intermedio administrativo”. La institución aclaró, con esa paciencia que solo tienen los burócratas ante el entusiasmo de los neófitos, que ni Nodal ni su progenie habían sido exonerados, sino simplemente puestos en la fila de la espera judicial.

“La Jueza no exoneró ni a Christian ‘N’, ni a su familia”, rezaba el comunicado oficial, con esa claridad meridiana que caracteriza a los documentos gubernamentales. “Simplemente determinó que existe otro juicio, civil; y que es necesario esperar el resultado del mismo, para que proceda, o no, la acción penal”. Una manera elegante de decir que la justicia, como buena fan, prefiere esperar a que terminen los bises antes de pedir un autógrafo.

El Gran Negocio de los Derechos Musicales

Mientras tanto, Universal Music mantiene su denuncia como ese productor que descubre que su artista estrella ha vendido la misma canción a tres disqueras diferentes. Alegan que el cantante y su familia habrían cedido los derechos de más de cincuenta temas, para después de finalizada la relación laboral, seguir actuando como propietarios de lo que ya no poseían. Un enredo digno de esas rancheras donde el amor, el despecho y los bienes inmuebles se confunden en una sola estrofa.

El caso, asegura la Fiscalía, permanece abierto, en ese limbo jurídico donde los procesos se dilatan más que la fama de un artista fugaz. Ambas partes podrán presentar las pruebas que consideren pertinentes, en lo que se antoja como el prólogo de una batalla legal que promete más giros argumentales que la temporada completa de una serie de streaming.

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