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La justicia prefiere el drama a las pruebas en el circo de Diddy

Un testigo sacude el caso con revelaciones incendiarias que podrían cambiar todo.

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En un giro tan absurdo que hasta Jonathan Swift se quitaría el sombrero, el sistema judicial estadounidense ha decidido que destruir pruebas es solo un detalle menor en el espectáculo mediático-jurídico de Sean “Diddy” Combs. El magnate de la música, conocido por hacer llorar a las audiencias con baladas cursis y ahora por supuestamente hacer arder coches como si fuera un villano de telenovela barata, enfrenta un juicio que parece escrito por un guionista borracho.

Sean ‘Diddy’ Combs, en su papel favorito: el de víctima del sistema (cuando no es él el sistema).

La defensa del empresario, que claramente tomó clases de estrategia legal en la escuela de “¿Y si fingimos que no pasó?”, argumentó con lágrimas de cocodrilo que las huellas dactilares de una misteriosa mujer en un cóctel Molotov podrían haber limpiado el nombre de su cliente. ¡Vaya revelación! ¿Acaso sugieren que en el mundo del crimen organizado (o de los reality shows, que al final son lo mismo) alguien más pudo haber lanzado el artefacto incendiario? ¡Inconcebible!

Mientras tanto, el juez Arun Subramanian, demostrando que la justicia es tan rápida como un trámite burocrático, rechazó la moción antes de que los abogados terminaran de decir “habeas corpus”. ¿Para qué perder tiempo con pruebas cuando puedes tener un buen titular? Al fin y al cabo, en el gran circo del entretenimiento legal, lo importante no es la verdad, sino mantener al público entretenido hasta el próximo escándalo.

Y así, entre huellas desaparecidas más misteriosas que el final de “Lost” y fiscales que juegan al escondite con la evidencia, el show debe continuar. Porque en el capitalismo tardío, hasta los juicios por intento de homicidio deben tener rating.

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