Un testimonio de piedra y cal: mirada a la pasión arquitectónica de Keaton
En el mundo del diseño y los bienes raíces de alto nivel, uno aprende a distinguir entre una simple casa y una propiedad con alma. La mansión de Diane Keaton en Beverly Hills, que hoy se ofrece por 25 millones de dólares, pertenece sin duda a esta segunda categoría. No es solo una transacción inmobiliaria; es la materialización de un profundo cariño por el patrimonio arquitectónico de California.
Recuerdo cuando Keaton adquirió esta propiedad de estilo neocolonial español en 2007. En esa época, muchos buscaban lo ultramoderno, lo minimalista. Pero ella, con la clarividencia que da el verdadero gusto, se enamoró de la autenticidad de una estructura de 1927. Su labor no fue una simple renovación, sino una meticulosa restauración para resaltar ese encanto histórico que tanto defendía: los arcos característicos, la sensación de calidez y la fusión entre la vida interior y exterior.
En una conversación que siempre recuerdo, le comentó a Architectural Digest: “Mi fantasía sería seguir comprando casas que representen la arquitectura californiana y restaurarlas”. Esa no era una declaración superficial. Quienes hemos trabajado décadas en este medio sabemos que esa pasión es lo que transforma una propiedad. Ella no solo vivía entre esas paredes; las comprendía y las potenciaba.
La trayectoria de la propiedad es igualmente ilustrativa. Después de que Keaton le infundiera su espíritu, pasó a manos de un conocedor de la estética como el productor Ryan Murphy. Esto nos enseña una lección clave: una propiedad bien curada, con una historia y un diseño genuinos, atrae a custodios de igual calibre. Su fallecimiento en octubre de 2025 nos hace ver esta venta no como un cierre, sino como la apertura de un nuevo capítulo para un espacio que encapsula su visión única, un legado tan tangible como su inolvidable carrera en el cine.
