La metamorfosis gremlin de una diva pop
En un acto de revelación ontológica que solo puede comprenderse dentro del ecosistema distópico de nuestro tiempo, la suma sacerdotisa del pop comercial, conocida por los mortales como Belinda, ha decidido encarnar para su festividad particular Beliween a la criatura que mejor representa nuestro momento histórico: Greta Gremlin, el ente mitológico especializado en generar caos sistémico.
La ironía, esa dama de compañía de la decadencia, no podía ser más deliciosa: mientras los think tanks más prestigiosos del planeta se devanan los sesos buscando soluciones a crisis existenciales, nuestra oráculo del entretenimiento encuentra la respuesta metamorfoseándose en una entidad sobrenatural cuyo principal atributo es crear problemas de manera inexplicable. ¡Qué apropiada alegoría para describir a las instituciones contemporáneas!
El discurso justificatorio de esta transformación debería estudiarse en las academias de teoría política: “Su aura neón se distorsiona en un verde radioactivo, no es oscuridad es exceso de energía contenida”. Uno no puede evitar pensar en los banqueros centrales explicando la emisión monetaria descontrolada o los tecnócratas defendiendo su último experimento social fallido.
El espectáculo prosigue con la precisión de un ritual burocrático: “Las pestañas siguen largas, el look sigue icónico, pero ahora hay algo salvaje casi caricaturesco”. ¿Acaso no describe esto perfectamente a cualquier ideología dominante que, una vez agotado su potencial emancipador, se convierte en parodia de sí misma, manteniendo las formas pero vaciada de contenido auténtico?
“La bruja pop se ha convertido en su forma más indomable una criatura que podría reírse en un club subterráneo mientras el mundo arde a su alrededor”.
¡Magnífico! He aquí la definición perfecta de la clase dirigente global en la era de las crisis simultáneas: perfectamente peinada, impecablemente maquillada, bailando con desenfreno mientras la civilización arde. La rebeldía de catálogo convertida en producto de consumo, el caos estilizado como declaración de principios.
Gremlinismo como filosofía de Estado
Al analizar la mitología gremlin, descubrimos sorprendentes paralelismos con nuestro sistema:
- Las criaturas se multiplican exponencialmente cuando se les moja, igual que las agencias reguladoras cuando detectan un problema nuevo.
- Se destruyen con la luz, como tantas promesas electorales al contacto con la realidad.
- Su evolución hacia formas más “sofisticadas” mediante sueros experimentales recuerda a las ideologías transformadas en dogmas mediante think tanks y laboratorios de ideas.
Que Greta Gremlin haya sido adoptada como icono queer y ahora como alter ego de una superestrella completa este perfecto círculo de apropiación cultural: la diversidad como accesorio, la identidad como disfraz, la rebeldía como postureo.
En este carnaval perpetuo donde las celebridades juegan a ser monstruos mientras los verdaderos monstruos juegan a ser celebrities, quizás Belinda nos haya dado, sin saberlo, la clave para entender nuestro panorama sociopolítico: todos somos gremlins ahora, algunas veces adorables, otras peligrosos, pero siempre listos para convertir el mundo en un caos fotogénico y perfectamente producido.
Mientras tanto, en los salones del poder, las Gretas gremlins de carne y hueso continúan su danza, seguras de que ni el apocalipsis podría arruinar su delineado de alas perfectas.




















