Las redes sociales estallaron con la trágica noticia del fallecimiento de Ana Bárbara Buhr, conocida como Ana B, una influencer cuyo destino se truncó el 16 de junio tras someterse a un procedimiento cosmético. Su muerte no solo revela los riesgos ocultos de la industria de la belleza, sino también la peligrosa intersección entre el marketing digital y la medicina.
Con apenas 31 años, su deceso sacudió a la comunidad en línea, especialmente al conocerse los antecedentes de la clínica involucrada: un historial de negligencias y un cambio de identidad para evadir responsabilidades. Lo más perturbador fue el acuerdo comercial que ligaba su promoción en redes a una liposucción gratuita, planteando una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto la obsesión por la imagen y los acuerdos patrocinados están poniendo vidas en riesgo?
Ante lo que parece ser otro caso de impunidad médica, el activista Elgar Suecia impulsó la campaña #JusticiaparaAnaB, exigiendo transparencia y consecuencias legales. Este incidente no es un error aislado, sino un síntoma de un sistema que prioriza el lucro sobre la ética, donde las víctimas son reducidas a hashtags mientras las clínicas reinician su maquinaria con nuevos nombres.