La sátira musical que retrata el absurdo político nacional
En el coliseo moderno de nuestra república bananera con pretensiones de potencia, el reciente altercado entre el trovador anarquista Paco Ayala, de la agrupación Molotov, y José Ramón López Beltrán, vástago del sumo pontífice de la transformación divina, ha devenido en el espectáculo circense que el populacho necesitaba para distraerse de su realidad.
Como en los mejores dramas griegos, pero con peor guión, el oráculo digital ha sido testigo de cómo un comentario en un concierto se transforma en epopeya nacional. El comunicador Chumel Torres, sumo sacerdote del sarcasmo digital, no podía faltar a esta ceremonia de la idiotez colectiva.
EL GRAN TEATRO DEL ABSURDO
Todo comenzó cuando los bardos del caos, Molotov, en su ritual mensual en el templo del deporte, profirieron herejías contra el dogma oficial. Ante miles de acólitos, Micky Huidobro osó cuestionar el evangelio de la Cuarta Transformación, desatando la ira de los guardianes de la verdad única.
La respuesta del heredero al trono moral fue predecible: declarar la irrelevancia de quienes se atreven a cuestionar la narrativa oficial. En este reino de las maravillas, la disidencia no existe, simplemente se decreta su obsolescencia.
Pero he aquí que los bufones de la corte, el programa “Operación Mamut”, decidieron que si la política es una farsa, mejor convertirla en opereta. Su versión paródica de “Frijolero” no es más que el reflejo distorsionado de una realidad ya de por sí grotesca, donde los versos satíricos duelen más que los discursos serios.
El sumo sacerdote Torres, desde su púlpito digital, sentenció con la elegancia del que sabe que vive en un manicomio: “Su comedia me hace sentir Rembrandt”. Y es que en esta galería de los horrores, hasta la parodia parece obra maestra.
Así funciona nuestra democracia espectáculo: mientras el pueblo discute sobre letras de canciones, los verdaderos frijoles se cocinan a fuego lento en otras ollas menos mediáticas.
















