Una denuncia que revela más que un incidente aislado
La actriz y comediante mexicana Liliana Arriaga, célebre por su personaje “La Chupitos”, ha expuesto públicamente una inquietante acusación de racismo y hostilidad institucional durante su estancia en un establecimiento hotelero de Corpus Christi, Texas. Pero, ¿se trata de un simple malentendido o de la punta del iceberg de un problema sistémico?
Según el testimonio y la evidencia audiovisual que la propia intérprete compartió en sus redes sociales, el conflicto se desató cuando un miembro del personal del hotel adoptó una actitud abiertamente desafiante. La situación escaló hasta el punto en que la empleada, sosteniendo el teléfono, amenazó explícitamente con contactar al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE).
“Nos tocó un personal muy racista que hasta al ICE nos quiere echar. Gracias a Dios tenemos papeles, pero es de ese tipo de personas que siguen con eso, como que no son felices y no dejan ser felices a los demás”, declaró Arriaga en un video que rápidamente se viralizó.
La investigación periodística se pregunta: ¿es esta una práctica recurrente y no documentada en la industria hotelera? La artista no se encontraba de turismo trivial; su visita respondía a un evento familiar de porristas de su sobrina, un contexto que hace aún más alarmante la agresividad de la confrontación.
La petición de ayuda de Arriaga a sus seguidores para llevar el caso ante las autoridades no es solo una queja personal. Es un intento por visibilizar y erradicar lo que ella describe como un racismo latente que persiste en ciertos sectores del país. La documentación del altercado no deja lugar a dudas sobre la naturaleza de la intimidación.
La revelación final va más allá del incidente concreto: pone sobre la mesa la utilización de la amenaza migratoria como un arma de coerción, un patrón de comportamiento que afecta a numerosas personas, independientemente de su estatus legal. La valentía de la denuncia pública abre una puerta crucial para cuestionar y auditar las prácticas de servicio al cliente en grandes cadenas, sugiriendo que lo ocurrido podría no ser una excepción, sino un síntoma de un problema de discriminación más profundo y extendido.
















