Los Emmy premian la ficción laboral mientras Hollywood aplaude su propia farsa

En un giro que Jonathan Swift hubiera adorado, Apple TV+ arrasó en las nominaciones al Emmy 2025 con “Severance”, un drama sobre empleados lobotomizados que olvidan su explotación al salir de la oficina. La Academia, con su habitual olfato para la ironía, premió con 27 candidaturas esta metáfora involuntaria de la industria del entretenimiento, donde los guionistas necesitan terapia psicológica para recordar que alguna vez tuvieron derechos laborales.

Mientras Adam Scott y Britt Lower compiten por interpretar a esclavos corporativos con estilo, HBO Max contrarresta con “El Pingüino”, donde Colin Farrell demuestra que incluso un villano de cómic tiene mejor seguro médico que un actor secundario en Hollywood. No es coincidencia que “The Studio”, sátira sobre ejecutivos ineptos, haya empatado con 23 nominaciones: la Academia siempre premia mejor la autoparodia que la autocrítica.

El circo de los mártires televisivos

Netflix aportó su dosis de trauma familiar con “Adolescencia”, porque nada vende mejor que el sufrimiento adolescente empaquetado como “arte”. Stephen Graham y el debutante Owen Cooper competirán por ver quién llora más convincentemente en pantalla, mientras los votantes ignoran que el verdadero drama es que ambos ganarán menos que el catering de la gala.

El colmo llegó con “Andor”: 14 nominaciones técnicas para una serie sobre rebeldes galácticos, mientras Diego Luna fue excluido de mejor actor. La Academia envió así un mensaje claro: prefieren efectos especiales antes que talento latinoamericano. Eso sí, lo nominaron para el Emmy honorífico de “Actor que hace parecer fácil cargar con una franquicia multimillonaria mientras los estudios le pagan en exposición”.

Epílogo: La gran farsa del Peacock

El 14 de septiembre, el Teatro Peacock albergará este ritual donde ejecutivos en Armani brindarán por series que denuncian el capitalismo salvaje, grabadas por equipos en régimen de precariedad. “Severance” podría ganar el Emmy a Mejor Drama, pero el verdadero premio es para Hollywood: décadas perfeccionando el arte de vender revoluciones ficticias mientras perpetúa su propio status quo. Swift, desde su tumba, aplaude.