Espectáculos
María Conchita Alonso desafía el retiro con un show lleno de pasión
Una leyenda de la escena revela por qué el aplauso del público vale más que cualquier cheque.

En un mundo donde la juventud es un commodity y la relevancia se mide en seguidores, María Conchita Alonso parece haber descubierto el elixir de la eterna fama: ignorar por completo el concepto de “caducidad”. A sus casi 70 primaveras (50 de ellas malgastadas en eso que los mortales llaman “trabajar”), la diva confiesa, entre risas de seda y pestañeos de ópera, que el retiro es tan ajeno a su vocabulario como la modestia al gobierno.
La artista, que ahora lidera el espectáculo “Despechadas” —un aquelarre de íconos musicales de los 70 y 80 donde Rocío Banquells, Denisse De Kalaffe y Manoella Torres se unen para demostrar que el tiempo es solo un número en el DNI—, asegura que no canta por dinero. “¡Qué herejía!”, dirían los contables. Según ella, lo hace por “necesidad del alma”, una condición misteriosa que, al parecer, solo se cura con ovaciones y flashes.
EL MANIFIESTO DE LA INMORTALIDAD ARTÍSTICA
“El público me aplaude y yo, en un acto de humildad desgarradora, les permito seguir viviendo esa experiencia”, declaró Alonso, mientras ajustaba su corona invisible. La veterana, que comparte escenario con otras reinas de la nostalgia, insiste en que no hay egos en el backstage. “Solo hay contratos negociados por abogados, riders con demandas específicas sobre el color de las toallas y una competencia no verbal por quién llega más tarde al soundcheck”, añadió, en lo que claramente era una metáfora sobre la hermandad femenina.
El show, que ya debutó en el Auditorio Nacional —templo sagrado donde los boomers van a revivir sus años de pelo largo y promesas rotas—, promete ser un viaje en el tiempo. O, como lo describió un espectador: “la prueba viviente de que Spotify no ha logrado matar del todo el concepto de ‘cantar en vivo'”.
Mientras tanto, Alonso sigue planeando su gira mundial “Hasta que las cuerdas vocales digan basta”, porque, según sus palabras: “El arte no entiende de jubilaciones… aunque las rodillas sí”.

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