Un testimonio desde la experiencia: la preeclampsia más allá del diagnóstico
Como alguien que ha visto de cerca los impredecibles caminos de la salud, el relato de Martha Higareda resuena con una autenticidad profunda. No es solo una nota médica; es la crónica de un límite vital que muchas madres enfrentan en silencio. La actriz ya está en el hogar con sus gemelas recién nacidas y su esposo, Lewis Howes, quien fue su apoyo inquebrantable tras el parto y el subsiguiente diagnóstico de preeclampsia. Esta condición, una de las complicaciones gestacionales más temidas por los especialistas, se caracteriza por una hipertensión arterial severa que puede manifestarse incluso después del alumbramiento, como fue su caso.
En mi trayectoria, he aprendido que la preeclampsia posparto es una recordatoria crucial: el monitoreo no termina en la sala de partos. La artista de “Amarte duele” lo vivió en carne propia y tuvo la valentía de compartir en sus redes sociales las imágenes de sus bebés y los momentos críticos que atravesó. Su gratitud es palpable. Higareda se declara afortunada y agradecida con Dios por haberla guiado a salvo de una situación que la condujo directamente a la unidad de cuidados intensivos.
“Con profunda gratitud a Dios estoy viva”, inició su mensaje. “Después del nacimiento de nuestras bebés y de que una pequeña estuviera en cuidados intensivos, regresamos a casa. Días después, mi esposo me llevó de urgencia a emergencias: mi presión arterial llegó a 215. Estuvieron casi 6 horas intentando estabilizarme. El diagnóstico: preeclampsia“. Una cifra de 215 de tensión sistólica es, en términos prácticos, una emergencia médica extrema que requiere intervención inmediata.
El viaje espiritual en el umbral de la crisis
Detalló que en el mes y medio transcurrido desde el nacimiento de sus hijas, regresó en dos ocasiones al hospital. Su testimonio trasciende lo físico para adentrarse en lo espiritual, un fenómeno del que muchos pacientes hablan pero pocos relatan con tanta claridad. “En esa primera noche, en esas seis horas, estuve entre la vida y la muerte”, confesó. “Viví una experiencia espiritual en donde se me mostró qué ocurriría si me quedaba o partía. Y en ese espacio, recé. Y sé que Dios y el rosario me salvaron”.
Aquí hay una lección que va más allá de los protocolos: en los momentos de máxima vulnerabilidad, la fe y la conexión humana se convierten en pilares terapéuticos tan reales como cualquier medicamento. “Mi esposo sostenía mi mano y Jesús sostenía mi corazón”, expresó. “Dios me dio la oportunidad de seguir aquí. Y entonces mi presión se empezó a estabilizar. Gracias a mi esposo, nuestros papás, nuestra familia y amigos fueron mi fuerza para seguir luchando”. También agradeció a sus médicos, el Dr. Gerardo Barroso y el Dr. Gil Franco, y a su niñera.
La fortaleza en la recuperación y el apoyo del círculo cercano
Lewis Howes, su pareja, aplaudió su resiliencia con palabras conmovedoras: “Eres un héroe. Te amo y verte ser la madre de nuestras hijas me trae tanta alegría. Es increíble verte superar todo lo que tienes en las primeras 6 semanas con gracia y estoy tan contento de que estés mejor ahora”.
El cariño también llegó desde el mundo del espectáculo. El cantante Carlos Rivera le externó: “Martha de mi corazón. Gracias a Dios que están bien tú y tus bebitas. El rosario es muy poderoso y Dios siempre nos escucha”. Por su parte, Anahí le escribió: “Marthita preciosa, no puedo creer todo lo que acabas de compartirnos. ¡Qué alegría saber que estás bien! Que tus bebitas hermosas también lo están. Dios jamás suelta tu mano”.
Este relato, en esencia, es más que una noticia. Es un recordatorio poderoso sobre los riesgos ocultos de la maternidad, la importancia del apoyo familiar y la dimensión humana que siempre subyace detrás de un diagnóstico médico. La experiencia de Higareda arroja luz sobre una complicación grave, normaliza hablar de sus secuelas emocionales y espirituales, y celebra, sobre todo, el milagro cotidiano de la recuperación.













