El Regreso de un Ícono: Más Allá del Playback
Permítanme que, con la perspectiva que dan los años siguiendo de cerca la industria, les hable de lo que realmente significó la noche del sábado en el Payne Arena. He presenciado muchas reapariciones, pero lo de Miguel Bosé tras ocho años de ausencia fue una lección de autenticidad y resiliencia. Cuando un artista sufre un problema en las cuerdas vocales, como le ocurrió a él en 2017, la carrera suele tomar un rumbo incierto. Muchos se retiran. Otros, los más sabios, se reinventan.
Bosé optó por un camino honesto: utilizó playback, sí, pero no se escondió detrás de él. Se entregó al público, viajando por un repertorio de más de cinco décadas con una energía que desafiaba al tiempo. He aprendido que en estos casos, el público no perdona la falta de pasión, pero perdona todo lo demás cuando siente que el artista está allí, con el corazón en la mano. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Un monumental coro de seguidores cantó a todo pulmón cada una de sus interpretaciones, desde “Importante” hasta “Como un lobo”, en una simbiosis perfecta que duró casi dos horas y media.
El Espectáculo: Gracia, Vitalidad y un Toque de Nostalgia
En mis tiempos, he visto cómo la puesta en escena puede hacer o deshacer un concierto. Bosé, con la elegancia que lo caracteriza, lució atuendos en blanco, rojo y amarillo, acompañado de cinco músicos en vivo, tres coros y bailarines. Pero lo que realmente marca la diferencia, y esto es un conocimiento que solo da la experiencia, es el “hambre de escenario”. Y él la tenía. Interactuó con los fans, compartió anécdotas íntimas sobre sus temas y, sobre todo, se le vio disfrutar. Bailó con una vitalidad que evocaba sus mejores épocas, y cuando portó una cauda roja de varios metros que se deslizó por las escalinatas, supe que estaba ante un artista que comprende que el espectáculo debe ser una experiencia total, impecable.
El repertorio fue un viaje emocional. Canciones como “Nena”, “Amante bandido” y “Morena Mía” no solo sonaron; resonaron en un público donde convivían abuelos, padres e hijos. Ver más de tres generaciones coreando al unísono es un testimonio poderoso de un legado musical que trasciende épocas y modas pasajeras.
La Recta Final y la Lección Aprendida
La lluvia de éxitos continuó con “Te Amaré” y “Don Diablo”, y en la recta final, con “Por ti”, se pudo sentir una ovación de pie que no era solo por la música, sino por la historia compartida. Incluso con algún tropiezo ocasional, un poco de tos que delataba el esfuerzo, lo importante, la verdadera lección que queda después de años en este oficio, es que un legado musical de cinco décadas no se sostiene solo con hits. Se sostiene con la capacidad de conectar, de emocionar y de demostrar que la buena música, esa que nace de la autenticidad, permanece vigente. Bosé no solo cantó y bailó; dialogó con su público y confirmó que su arte sigue vivo, latiendo con fuerza.