Adiós a una luchadora incansable de la palabra
La noticia del fallecimiento de Mónica Maristain, periodista cultural y fundadora del periódico digital MaremotoM, nos llega como un golpe seco a quienes hemos caminado las redacciones. La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, su último campo de batalla informativo a inicios de diciembre, fue quien dio la triste noticia. En este oficio, uno se acostumbra a las despedidas, pero las de colegas que encarnaban la integridad siempre duelen de otra manera.
La FIL lo expresó con claridad en sus redes sociales: “Lamentamos profundamente el deceso de Mónica Maristain, editora, periodista y amiga entrañable de la FIL Guadalajara. Extendemos nuestras condolencias a su familia, sus amistades y a la comunidad de los medios de comunicación. Descanse en paz”.
El legado de una periodista transatlántica
Originaria de Argentina, Mónica echó raíces en México desde el año 2000. En tres décadas de oficio, una vida en este negocio, dirigió revistas emblemáticas como “Cuerpo & Mente”, “La Contumancia” y “Playboy Latinoamérica”, y ejerció como editora en pesos pesados como EL UNIVERSAL y Sin Embargo. Pero donde realmente vi su temple fue en 2011, cuando fundó su propio medio, MaremotoM. Esa decisión, lo sé por experiencia, es la que separa al teórico del practicante: dejar la relativa seguridad de una redacción para navegar en la incertidumbre de un proyecto propio. Su pasión por la literatura la llevó a publicar libros sobre Roberto Bolaño, y también exploró el fútbol y la cultura. Su testamento intelectual, el libro “Leeré hasta mi muerte”, publicado con Libreros y Editores Jus, hoy resuena con una fuerza conmovedora.
La cobertura final: testimonio de un compromiso
Hasta sus últimos días, Mónica estuvo en la primera línea. Su cobertura de la FIL nos trajo los encuentros de figuras como Richard Gere, Joan Manuel Serrat, Chimamanda Ngozi Adichie y Cristina Rivera Garza, e incluso la sorpresiva aparición de Marcelo Ebrard. Esa energía inagotable para estar donde sucedía la cultura era su sello.
Su visión del periodismo era un faro en medio de la niebla. En una entrevista con EL UNIVERSAL en septiembre, fue cruda y lúcida: “Si entramos a cualquier medio oficial vamos a estar a expensas del pensamiento de ese medio. Y respecto a lo cultural, no hay posibilidades hoy. ¿Qué cosa cultural hay en general en los medios? Muy poco. Somos precisamente la voz independiente del periodismo”. Esa frase la viví y la sufrí en carne propia; defender un espacio autónomo es una batalla diaria contra la corriente.
En esa misma charla, compartió sin tapujos la realidad del emprendimiento periodístico: la recaudación de fondos a través de GoFundMe, la idea de un festival de revistas digitales para tejer redes de apoyo. Ella entendía, como pocos, que la sostenibilidad no es solo un tema económico, sino también de comunidad. Tenía la convicción de que había que cambiar la mentalidad del lector, de hacerle ver el valor de consumir y financiar medios independientes. “Hay una necesidad de alzar la voz frente a unos medios que siguen defendiendo políticamente sus intereses”, decía. Hoy, su voz hace más falta que nunca.
















