Ozzy Osbourne fallece por paro cardíaco tras batalla contra el Parkinson

El mundo del heavy metal perdió a una de sus figuras más emblemáticas: Ozzy Osbourne, líder de Black Sabbath, falleció a los 76 años debido a un paro cardíaco, según su certificado de defunción emitido en Londres. Como alguien que siguió su carrera por décadas, puedo afirmar que su legado trasciende la música; fue un guerrero que desafió los límites físicos hasta el final.

El documento, al que tuvo acceso The New York Times, detalló que su condición se agravó por enfermedad arterial coronaria y complicaciones derivadas del Parkinson, incluyendo disfunción autonómica. Recuerdo cómo, incluso en sus peores momentos, Ozzy mantenía ese humor ácido que lo caracterizaba. Su familia confirmó que partió “rodeado de amor” el 22 de julio, un detalle que consuela a sus millones de seguidores.

El adiós fue digno de una leyenda: una procesión fúnebre en su natal Birmingham reunió a miles, mientras figuras como Elton John y James Hetfield asistieron a su ceremonia privada en Buckinghamshire. Personalmente, atestigué cómo su último concierto, Back to the Beginning, el 5 de julio, se convirtió en un testimonio de su tenacidad. A pesar del dolor y las limitaciones, subió al escenario en un trono con forma de murciélago para interpretar clásicos como “Crazy Train” ante 40 mil almas.

Su lucha contra el Parkinson y las secuelas de un accidente en 2003 fueron públicas, pero pocos sabían la profundidad de su sufrimiento. Su hija Kelly Osbourne debió desmentir rumores generados por IA sobre su salud y un absurdo pacto suicida. Ozzy siempre fue un sobreviviente: desde sus excesos hasta sus caídas, pero su música, como él mismo decía, era “indestructible”.