R. Kelly acusa conspiración tras supuesta sobredosis en prisión

En un giro digno de un thriller carcelario escrito por un guionista con resaca, el eterno residente del escándalo, R. Kelly, protagonizó su último drama: una “sobredosis accidental” que su abogado asegura fue un intento de homicidio disfrazado de error médico. Porque, claro, ¿qué mejor manera de silenciar a un convicto que con pastillas en vez de balas? Así al menos lo narra su defensa, en una trama que mezcla “El Padrino” con “One Flew Over the Cuckoo’s Nest”.

El artista, actualmente disfrutando de unas vacaciones forzadas de 30 años en el Instituto Correccional de Butner, fue trasladado al hospital tras desmayarse en su celda. Según testigos (o sea, él mismo), todo comenzó cuando los amables carceleros, en un arranque de generosidad farmacéutica, decidieron duplicar su dosis de ansiolíticos. ¡Qué detalle! Como cuando el mesero te sirve doble whisky sin cobrarte, pero con consecuencias más… judiciales.

Su abogado, Beau Brindley, no pierde el tiempo en sutilezas: acusa a las autoridades de querer “abrir una caja de Pandora” (literalmente, según la conversación que Kelly juró escuchar en la ambulancia). Porque nada dice “transparencia” como amenazar a un prisionero con mitología griega mientras lo trasladan semiinconsciente.

Lo más irónico es que este episodio ocurre semanas después de que Brindley presentara documentos alegando que el sistema quiere muerto a su cliente. ¿Coincidencia? En el universo kafkiano de Kelly, hasta los medicamentos recetados parecen parte de un juicio divino. Eso, o alguien en prisión realmente cree que “I Believe I Can Fly” era una autobiografía.

Mientras el mundo observa (según su abogado), uno se pregunta: ¿estamos ante un complot o ante el último acto de un serial de absurdos? En cualquier caso, la justicia parece haberse convertido en un reality show donde las sentencias son largas, las acusaciones son surrealistas, y el único vuelo posible es el de la imaginación… o el de una sobredosis mal calculada.