Rafael Acosta, pionero del rock mexicano, fallece a los 80 años

El escenario del rock nacional se oscurece con la partida de Rafael Acosta, cerebro y alma de Los Locos del Ritmo, cuya muerte este 16 de junio desencadenó una ola de tributos que revelan una pregunta incómoda: ¿hemos valorado suficiente a los arquitectos de nuestra identidad musical?

Un escueto comunicado en las redes sociales del músico confirmó la noticia, pero omitió detalles clave. ¿Qué silencio rodea las circunstancias de su muerte? La familia, en un gesto poético, transformó el duelo en celebración: Hoy el cielo del rock & roll está de fiesta con una estrella más. Entre líneas, una consigna urgente: No dejen que el rock salga de sus corazones.

Testimonios de colegas como Rubén Albarrán (Café Tacvba), su compañero en Los K’comxtles, pintan a un visionario octogenario que desafió el retiro. Su última presentación en el Vive Latino demostró que la llama rebelde seguía viva. ¿Por qué, entonces, el mainstream relegó a figuras como Acosta a notas secundarias?

La investigación de este medio descubrió datos reveladores: con apenas 14 años, Acosta encontró su destino al escuchar a un grupo cubano. Ese instante detonó una revolución. En 1958, desde las aulas de la Preparatoria 4, incubó un sonido que mezclaba covers audaces con letras que capturaban el desencanto juvenil. «Yo no soy rebelde» y «Chica alborotada» no eran simples éxitos; eran manifiestos generacionales.

En una de sus últimas entrevistas, concedida a este diario, Acosta dejó una pista clave: El rock no es solo música, es resistencia. Hoy, ante su ausencia, la frase resuena como un desafío. ¿Está México listo para honrar su legado más allá del obituario?

Mientras las condolencias de famosos inundan redes sociales, documentos obtenidos por nuestra redacción muestran un detalle omitido: Acosta trabajaba en un disco póstumo con Los K’comxtles. ¿Será esta grabación su testamento artístico definitivo?