Espectáculos
Robbie Williams quiere ser telonero de Oasis tras décadas de rivalidad
El astro del pop extiende una rama de olivo, dejando atrás una legendaria disputa para unirse a la exitosa gira.

En mis más de treinta años cubriendo la industria musical, he sido testigo de pocas reconciliaciones tan significativas como la que Robbie Williams está proponiendo. La exitosa gira de Oasis, que agota entradas a su paso, ha motivado que Williams, un gigante por derecho propio, manifieste públicamente su deseo de unirse a la formación como artista de apertura.
Recuerdo vívidamente la intensidad de los años 90, cuando las trincheras estaban claramente demarcadas: de un lado, el britpop arrogante de Oasis; del otro, el pop elaborado de Take That. La animosidad entre Robbie Williams y los hermanos Gallagher, particularmente Liam, no era un secreto; era un espectáculo público de insultos y pullas que alimentaba las portadas de los tabloides. He aprendido que en este negocio, los egos chocan con la fuerza de un tren, pero el tiempo tiene una forma curiosa de suavizar hasta las aristas más afiladas.
El cantante de “Rock DJ” ha declarado, con una madurez que solo da la experiencia, que desea dejar atrás esos conflictos. En una muestra de humildad pragmática que rara vez se ve en artistas de su calibre, admitió: “No somos exactamente amigos, pero no creo que seamos enemigos. Yo abriría un concierto de Oasis”. Esta declaración va más allá de una simple anécdota; es una lección de cómo la percepción del éxito evolúa. Williams reconoce con sabiduría el momento cultural que vive la banda: “Son omnipresentes y están en su máximo esplendor. No puedo competir con eso”.
La historia entre ellos es un vaivén. Antes de su megacarrera solista, Williams era la joven sensación de Take That. Coincidieron con Oasis en el Glastonbury de 1995, un festival del que guardo recuerdos imborrables, y allí incluso compartieron escenario brevemente en un momento de camaradería. Pero la paz se quebró cuando Noel Gallagher lo etiquetó como “el bailarín gordo de Take That”, un comentario que, desde mi perspectiva, encendió la mecha de una rivalidad que parecía eterna.
Hoy, Williams extiende la rama de olivo. No por debilidad, sino con la seguridad de quien conoce su lugar en la historia de la música y valora más el simbolismo de un momento único que una pelea del pasado. Es un recordatorio poderoso de que en la música, como en la vida, los finales nunca están realmente escritos.

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