Roberto Gómez Fernández se deslinda del odio digital contra Florinda Meza

Roberto Gómez Fernández, heredero del legado de Chespirito, genera un punto de inflexión en la narrativa pública al abordar la tormenta digital contra Florinda Meza. En un ecosistema mediático donde las reacciones en línea suelen dictar las disculpas, Gómez Fernández desafía este guion preestablecido.

Durante una intercepción mediática en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el productor fue cuestionado una vez más sobre la actriz. Su postura fue un ejercicio de precisión conceptual: mientras calificó el acoso cibernético hacia Meza como un fenómeno “diabólico” y “cruel”, trazó una línea divisoria clara entre la crítica y la responsabilidad individual.

Su argumento es una disrupción en la lógica actual de los escándalos públicos: la condena de un acto no implica una autoría moral sobre las reacciones que este desencadena. Al afirmar que él no incitó la maquinaria de odio en las plataformas digitales, Gómez Fernández cuestiona la presunción de que las figuras públicas son responsables de la conducta de sus seguidores en el universo virtual. Esta postura no es una simple aclaración; es un desafío a la economía de la culpa que domina la comunicación contemporánea, proponiendo en su lugar una reflexión sobre la autonomía y la ética individual en la esfera digital.

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