Salma y Angelina buscan magia en Catemaco con comitiva presidencial

En un giro argumental que ni el más visionario guionista de Marvel habría osado escribir, Salma Hayek y Angelina Jolie —dos diosas del Olimpo hollywoodense— descendieron a las tierras de Catemaco, ese parque temático de la superstición donde los políticos van a que les limpien el karma después de saquear el erario. No contentas con tomarse un café en La Parroquia (ritual obligatorio para todo VIP que pisa Veracruz), las actrices emprendieron una peregrinación hacia el santuario de los chamanes, escoltadas por un séquito de camionetas blindadas que habría hecho palidecer al convoy de un narco.

Las redes sociales, ese circo romano moderno, ardieron con las imágenes de las divas: Hayek, la coatzacoalqueña que exportamos a cambio de tacos de carnitas, asomándose por la ventana como si fuera el Papa en su papamóvil, mientras la plebe intentaba robarle un selfie para el Instagram. Mientras tanto, Jolie, siempre en modo Madre Teresa con pasaporte diplomático, observaba el espectáculo con esa sonrisa que dice: “esto dará más rating que mi último divorcio”.

El clímax de esta tragicomedia llegó cuando las estrellas abordaron un helicóptero oficial —con logotipos del gobierno como si fueran stickers de “este vehículo es robado”— estacionado en un campo de fútbol, porque ¿qué mejor símbolo del México mágico que evacuar en aeronave militar tras una sesión de santería?

El misterio de su visita —tan encriptado como los contratos de Netflix— incluyó un té con la gobernadora Rocío Nahle y la Secretaria de Cultura, porque nada dice “turismo místico” como una reunión con funcionarios que necesitan más brujería que Catemaco entero. Hayek, fiel a su papel de esfinge veracruzana, ni confirmó ni negó si vinieron a filmar Eternals 2: El regreso de los brujos o a buscar el elixir para la eterna juventud de Hollywood. Lo único claro es que, en México, hasta la magia necesita operativos de seguridad.