La Resurrección Burocrática del Rockstar
En un giro digno del Ministerio de Realidades Alternativas, el guitarrista Tito Fuentes protagonizó el miércoles pasado el más sublime de los performance burocráticos: su propia defunción administrativa. El músico de Molotov, convertido en alquimista del absurdo, transformó el boletín necrológico en material festivo al declarar que, para Halloween, simplemente se había disfrazado de su propia versión cadavérica.
Desde que el artista expuso las secuelas de sus excesos pasados, el reino digital se dividió entre las legiones de adeptos que le brindaban apoyo incondicional y los notarios de lo morboso que, decepcionados porque su retiro temporal no se convirtiera en permanente, comenzaron a redactar obituarios con la premura de funerarias en rebaja.
La cúspide de este teatro pandémico llegó cuando el oráculo autoproclamado “@PandadelAmor20” -nombre irónicamente adecuado para quien propaga desolación- anunció el tránsito a mejor vida del músico, justo cuando el propio interesado se preparaba para resucitar en el escenario del Palacio de los Deportes durante el concierto del trigésimo aniversario de la banda.
La Ontología del Zombie Celebrity
Con la flema característica de quien ha traspasado el velo de la fama digital, Fuentes proclamó a sus seguidores que si lo avistaban en su estado actual, sería en su modalidad de deambulante póstumo. “Si me ven por ahí, mi disfraz es de muerto viviente, lol”, declaró el músico, estableciendo así un nuevo paradigma existencial para las celebridades en la era de la desinformación.
Auto de Fe Digital
En un acto expiatorio que hubiera envidiado la Santa Inquisición, el mismo perfil que difundió el óbito apócrifo procedió a inmolar discos y mercancía de la banda, argumentando que, aunque era devoto de Molotov, no podía tolerar la dicción de Miky Huidobro y Paco Ayala respecto al gobierno actual. Así demostró que en el circo digital contemporáneo, la cancelación por pronunciación ha reemplazado a la hoguera por herejía.
Este episodio queda registrado en los anales de nuestra sociedad del espectáculo thanático, donde la muerte ya no es un estado biológico sino un recurso narrativo más en el mercado de la atención.
				
															
								
															















