Espectáculos
Un rayo impacta el avión y una influencer vive segundos de terror
Una experiencia aterradora a 10,000 metros de altura revela la cruda realidad de volar en medio de una tormenta eléctrica.

Este verano, las precipitaciones y los fenómenos meteorológicos han dominado gran parte del territorio, transformando el cielo en un imponente espectáculo de descargas atmosféricas. Tras décadas en la industria de la aviación, he aprendido que detrás de esa belleza natural se esconde un riesgo latente para quienes subestiman la fuerza de la naturaleza.
La historia de la influencer Ana Karen Polinesia, que se viralizó en plataformas digitales tras narrar su aterradora vivencia durante un vuelo a Nueva York, me trajo a la memoria un incidente similar que viví en los 90. Como ella bien señaló, existen contratiempos al viajar en temporada de lluvias que muchos ignoran hasta que les toca vivirlos en carne propia.
Mediante sus publicaciones efímeras de Instagram, compartió un videoclip que rápidamente se propagó por la red, capturando el instante de pánico colectivo cuando un relámpago impactó la aeronave. En mis años como piloto, experimenté dos impactos de rayo. La teoría dice una cosa, pero la sensación en la cabina es completamente distinta: un estallido sordo que reverbera en cada estructura metálica, seguido de segundos que parecen eternos.
Ya segura en su alojamiento, Ana Karen describió el episodio de terror con una claridad que solo surge del shock adrenalínico: “Estoy en Nueva York y lo más insólito es que nos cayó un relámpago en la aeronave. Estoy bien, pero juré que había fallecido porque visualicé el firmamento completamente blanco. Exactamente cuando descendió el rayo retumbó toda la nave, miré hacia las ventanillas y observé todo blanco”. Su relato es exactamente como lo recuerdo: no es un simple fogonazo, es una cegadora explosión de luz que satura todos los sentidos.
Su testimonio generó posturas encontradas entre la audiencia. Mientras algunos mostraron genuina preocupación, otros argumentaron, correctamente, que las aeronaves contemporáneas están ingenierizadas para resistir estos eventos. Aquí es donde la experiencia marca la diferencia: aunque técnicamente es seguro, psicológicamente es devastador. He visto pasajeros desarrollar aerofobia tras experiencias menos intensas.
Es verídico que si un avión es golpeado por una descarga eléctrica, no constituye un peligro inminente para los viajeros o la integridad de la nave. Los aviones de última generación poseen sistemas específicos para manejar estos impactos. Según el portal especializado Finnair, el exoesqueleto de aluminio de la nave disipa eficientemente la electricidad, evitando que la descarga eléctrica penetre en la cabina. La energía se distribuye por la capa externa del fuselaje y se libera nuevamente al ambiente, usualmente por los extremos alares, las superficies de mando o el empenaje.
Pero permítanme agregar lo que los manuales no dicen: aunque el sistema funciona, el mantenimiento preventivo es crucial. He insistido por años que la frecuencia e intensidad de estas revisiones deben aumentar. Un impacto de rayo puede dejar daños microscópicos en la estructura que, con el tiempo, se convierten en puntos débiles. La seguridad aérea no se trata solo de sobrevivir al impacto inmediato, sino de garantizar que no habrá consecuencias meses después. La naturaleza siempre encuentra el camino más impredecible, y después de cuarenta años en los aires, mi lección más valiosa es que el respeto por su poder es nuestra mejor protección.

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