El Regreso Tras una Década: Más Allá de las Cámaras
Después de más de diez años alejada de la pantalla chica, de esos largos periodos de reflexión en los que una reevalúa su vida y su profesión, puedo decirles que el regreso de Yadhira Carrillo no es solo una noticia; es una lección de amor al oficio. He visto muchas carreras en la industria del espectáculo, y un retorno de esta magnitud, como protagonista de la producción “Los hilos del pasado” junto a figuras consolidadas como David Zepeda, Eduardo Santamarina y Bárbara López, habla de valentía y de una pasión que el tiempo no apaga.
En mis años, he aprendido a distinguir cuándo un artista habla por protocolo y cuándo lo hace desde el corazón. Las palabras de Yadhira trascienden el guion: Ha sido tan bonito, tan rico este regreso. Lo he disfrutado tanto, no saben de qué manera. Estoy contenta. Fue una decisión tan acertada el haber dicho ‘sí’ a este personaje, el haber dicho ‘sí’ a esta producción
. Esa certeza, esa alegría auténtica, es el resultado de haber esperado el proyecto correcto, no cualquier proyecto. Es un consejo que siempre doy: la paciencia en esta carrera no es inactividad, es una estrategia.
En esta nueva entrega dramática, Carrillo se sumerge en la piel de Carolina Guillén, una diseñadora de modas triunfadora. Y aquí reside una de las grandes verdades que el melodrama sabe explotar tan bien, una que he visto repetirse en incontables historias y en la vida real: el éxito profesional y la plenitud emocional no siempre van de la mano. El personaje carga con una herida antigua, un dolor que su riqueza y reconocimiento no pueden sanar. Es un arquetipo poderoso porque refleja una lucha interna universal.
Pero lo más revelador es la identificación absoluta de la actriz con su rol. Ella misma confiesa: Creo que la historia y el personaje están hechos para mí, porque puedo aportarle, porque me gusta lo que hace Carolina. Entonces, sí puedo sentirlo en la piel, en el alma y es una forma de darle vida
. Esta es la clave que separa una interpretación correcta de una memorable. Cuando un actor puede fusionar su propia esencia, sus propias experiencias y vulnerabilidades, con las del personaje, la magia ocurre. No se actúa, se vive. Es un riesgo emocional enorme, pero la recompensa en autenticidad es incalculable.
Ciudad de México / SUN















