Alcaldes y médicos demandan al gobierno por recortes al Obamacare

WASHINGTON, DC. — En un giro digno de una tragicomedia burocrática, el gobierno estadounidense ha decidido que la salud es un lujo que solo algunos merecen disfrutar. Las nuevas reglas, implementadas con la delicadeza de un elefante en una farmacia, reducen el plazo para inscribirse en el Obamacare, mientras añaden trabas como verificaciones de ingresos más estrictas y hasta una tarifa por el “atrevimiento” de querer reinscribirse automáticamente. ¡Cómo osan los pobres pretender cobertura médica sin pagar peaje!

Los alcaldes de Baltimore, Chicago y Columbus, Ohio —quienes, al parecer, aún creen que la salud pública debería ser pública— han presentado una demanda contra estas medidas. Según ellos, las reglas convertirán a miles de residentes en ciudadanos de segunda clase, condenados a elegir entre pagar el alquiler o una visita al médico. Pero, claro, ¿qué sabrán estos alcaldes comparados con los genios de HHS que, en su infinita sabiduría, han decidido que 2 millones de personas sobran en el sistema?

El portavoz de HHS, Andrew Nixon, defendió las medidas con un argumento tan original como despiadado: “Es sentido común”. Claro, porque nada dice “sentido común” como negar atención médica a inmigrantes que llegaron de niños o cobrar a los que no pagaron primas en el pasado. ¿Próximo paso? Quizá instalen expendedores de aspirinas en las cortes de bancarrota médica.

Mientras tanto, grupos como Doctors for America y Main Street Alliance se unen a la demanda, recordándole al gobierno que, en teoría, la ACA se creó para expandir la cobertura, no para convertirla en un club exclusivo. Pero, ¿quién necesita médicos o alcaldes cuando se tiene la fría eficiencia de un formulario denegado?

En resumen: el gobierno ha perfeccionado el arte de resolver problemas inventándolos. Si antes el Obamacare era un paraguas con agujeros, ahora proponen sustituirlo por un colador. Eso sí, con un elegante cobro por usarlo.