El temor a un tsunami catastrófico disminuyó este miércoles para EE.UU. y Japón, tras uno de los sismos más intensos registrados en la remota península rusa. Sin embargo, nuevas alertas activaron evacuaciones masivas en Sudamérica, cerrando playas y paralizando ciudades costeras.
El terremoto de magnitud 8.8 desencadenó protocolos de emergencia globales: en Japón, residentes escalaron techos; en Hawái, turistas abandonaron resorts frente al mar, colapsando carreteras. Rusia reportó heridos, incluido un paciente hospitalario que saltó por una ventana.
Millones recibieron órdenes de alejarse de la costa. Aunque olas menores impactaron Japón, Hawái y California, los daños fueron mínimos. En Chile, más de 1.5 millones de personas evacuaron, mientras drones y sistemas de IA monitoreaban el oleaje en tiempo real.
“Pasamos la noche en vilo, fue una experiencia traumática”, relató Constanza Mercado, comerciante de Valparaíso, quien huyó con su familia. Las alertas se mantuvieron activas en Sudamérica, donde ciudades implementaron protocolos aprendidos tras el megaterremoto de 2010.
Chile activó su red de sensores oceanográficos y satélites, mientras Perú cerró 126 puertos, incluyendo terminales clave para la exportación de cobre. Aunque las primeras olas en Isla de Pascua midieron solo 60 cm, autoridades advirtieron que el peligro persistiría por horas.
La innovación tecnológica marcó la diferencia: plataformas de crowdsourcing mapearon zonas de riesgo en tiempo real, mientras apps gubernamentales enviaron alertas geolocalizadas. A pesar de los avances, el evento recordó la vulnerabilidad frente a la furia de la naturaleza.