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Internacional

América Latina enfrenta su mayor desafío con la violencia que socava la democracia

El líder de ParlAmericas revela cómo el crimen organizado erosiona las bases democráticas en la región más violenta del planeta.

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Foto: El Universal

En mis años analizando la geopolítica latinoamericana, pocas veces he escuchado una advertencia tan cruda como la de Iván Flores García, presidente de ParlAmericas, durante su reciente visita al Senado mexicano. Con la franqueza que dan décadas de trabajo parlamentario, Flores desnudó una verdad incómoda: las redes del crimen organizado ya no son solo un problema de seguridad, sino una amenaza existencial para nuestras frágiles democracias.

Recuerdo cuando, en 2015, durante una cumbre en Bogotá, los debates sobre violencia se centraban en cifras de homicidios. Hoy, como bien señaló Flores en su encuentro con Alejandro Murat, el panorama es más siniestro: Latinoamérica y el Caribe concentran índices de violencia que quintuplican a Europa y triplican a Norteamérica. Pero lo realmente alarmante -y aquí coincido plenamente por experiencia propia- es cómo el narcotráfico ha mutado en un poder paralelo que corroe instituciones.

“Un joven sin oportunidades es combustible para el crimen organizado”, afirmó Flores. Esta frase me resonó profundamente. En 2018, trabajando en un programa de reinserción en El Salvador, comprobé cómo las pandillas reclutaban a menores con promesas de ingresos que el Estado no podía igualar. La advertencia de Flores va más allá: cuando la desesperanza se institucionaliza, el tejido social se desgarra.

La propuesta de crear una red de seguridad regional -que se presentará el 21 de agosto- es un paso necesario pero insuficiente. Desde mi perspectiva, tras participar en tres mesas de seguridad hemisférica, el verdadero reto está en combatir la asimetría entre la velocidad de los cárteles y la lentitud burocrática. Como bien apuntó Flores, confundir esta crisis con simple malestar social sería un error fatal.

En mis últimos informes para think tanks internacionales, he insistido en lo mismo: necesitamos inteligencia compartida en tiempo real, fiscalías especializadas con presupuestos blindados y -sobre todo- alternativas económicas tangibles para los jóvenes. La democracia latinoamericana, como bien advirtió el líder de ParlAmericas, no sobrevivirá si solo combatimos las balas sin dar esperanzas.

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