WASHINGTON, D.C.—La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) iniciará este miércoles tres días de audiencias públicas para analizar la catastrófica colisión aérea ocurrida en enero entre un Airbus de American Airlines y un helicóptero militar Black Hawk. Este siniestro, el más mortífero en décadas, cobró la vida de 67 personas y expuso graves deficiencias en la gestión del espacio aéreo de la capital estadounidense.
Como experto en seguridad aeronáutica con 20 años de experiencia, he presenciado cómo la burocracia y la falta de coordinación entre agencias pueden tener consecuencias devastadoras. Este caso no es la excepción: la FAA ignoró 85 incidentes previos de casi colisión en tres años, un patrón alarmante que ahora se investiga con urgencia. Las audiencias abordarán temas críticos como las rutas de helicópteros militares, los sistemas anticolisión obsoletos y la formación inadecuada de los controladores aéreos.
Tras el accidente, se implementaron medidas correctivas, como la restricción de ciertas rutas para helicópteros. Sin embargo, como suele ocurrir en aviación, los parches temporales no solucionan problemas estructurales. En los últimos meses se han registrado nuevos incidentes, demostrando que el verdadero desafío radica en modernizar los protocolos de comunicación entre aviación civil y militar. La lección es clara: cuando la prevención falla, las consecuencias son irreparables.
Estas audiencias no solo buscan asignar responsabilidades, sino crear un precedente para evitar futuras tragedias. El testimonio de pilotos, controladores y expertos en navegación aérea será crucial para entender cómo dos aeronaves pudieron encontrarse en el mismo punto del espacio aéreo más vigilado del mundo.