Una batalla personal contra el cáncer de próstata
Desde mi experiencia en el ámbito oncológico, he visto cómo los diagnósticos de neoplasia prostática marcan un antes y un después en la vida de cualquier persona, sin importar su posición. La noticia sobre el expresidente Joe Biden recibiendo radioterapia y terapia hormonal como parte de su protocolo contra el carcinoma prostático agresivo resuena profundamente.
El expresidente Joe Biden en un evento de la National Bar Association en Chicago el 31 de julio del 2025.
WASHINGTON.- En oncología, cuando un paciente requiere un abordaje multimodal que combine radioterapia con bloqueo hormonal, sabemos que estamos ante un caso complejo. Kelly Scully, asistente de Biden, confirmó que este régimen terapéutico forma parte de su plan contra la enfermedad oncológica.
Recuerdo casos en mi práctica donde pacientes con perfiles similares demostraron que la resiliencia es tan crucial como el tratamiento médico. El demócrata de 82 años, quien dejó la presidencia en enero después de retirar su candidatura a la reelección, enfrenta ahora este desafío sanitario con la misma determinación que caracterizó su carrera política.
El diagnóstico post-presidencial que recibió en mayo reveló una extensión ósea del tumor, algo que frecuentemente detectamos tras la aparición de síntomas urinarios. En medicina, estas metástasis representan puntos de inflexión que exigen estrategias terapéuticas más agresivas.
La escala de Gleason, ese sistema de clasificación histológica que oscila entre 6 y 10, nos permite evaluar la agresividad del carcinoma. Cuando veo un puntaje de 9 como el del caso de Biden, inmediatamente reconozco la necesidad de intervención intensiva. Los tumores con calificaciones de 8, 9 y 10 son los que requieren la mayor vigilancia y recursos terapéuticos.
No puedo dejar de mencionar que, además de esta condición, el mes pasado Biden se sometió a una escisión quirúrgica de lesiones cancerígenas cutáneas en su frente. Esta superposición de patologías oncológicas nos recuerda la vulnerabilidad humana ante estas enfermedades, independientemente del estatus social o político.
He aprendido a lo largo de los años que el camino oncológico es una maratón, no un sprint. Cada paciente, incluido un expresidente, necesita tanto el apoyo médico como el emocional para navegar este complejo proceso terapéutico.