Científicos globales exigen proteger los cielos de Atacama de megaproyecto

Una misiva urgente, suscrita por algunas de las mentes más brillantes de la astrofísica mundial, ha llegado a las más altas esferas del gobierno de Chile. ¿Su objetivo? Hacer sonar la alarma sobre una amenaza que se cierne sobre lo que muchos consideran el ojo más poderoso de la humanidad hacia el universo: los cielos del desierto de Atacama.

La investigación revela que el detonante es el megaproyecto energético INNA, de la corporación estadounidense AES. Los planes, según documentos consultados, contemplan un complejo industrial de más de 3.000 hectáreas a escasos kilómetros del Observatorio Paranal, operado por el Observatorio Europeo Austral (ESO). Pero, ¿qué implica realmente instalar una planta de tal envergadura en la puerta de un santuario científico?

“Tal como está concebido actualmente, el proyecto representa una amenaza inminente”, advierte la carta, firmada a mediados de noviembre por figuras como el Nobel de Física Reinhard Genzel, la presidenta de la Academia de Ciencias de Francia, Françoise Combes, y otros galardonados como Michel Mayor y Brian Schmidt. No se trata de una objeción temprana, sino de un grito de alerta en lo que los firmantes consideran un punto crítico.

Andreas Kaufer, director de Operaciones de ESO, profundiza en una entrevista exclusiva: “Como comunidad científica, estamos muy preocupados… Si lo perdemos, será una pérdida para la humanidad”. Sus palabras no son retórica. Un estudio técnico de la propia ESO proyecta que la contaminación lumínica en la zona aumentaría al menos un 35%. Los impactos, sin embargo, van más allá de la luz.

La investigación periodística ha accedido a informes que detallan una cascada de efectos: desde microvibraciones capaces de inutilizar instrumentos de precisión nanométrica, hasta un aumento en la turbulencia atmosférica que distorsionaría la claridad de las observaciones. Cada dato conecta para pintar un escenario donde la frontera entre el progreso industrial y la preservación científica parece desdibujarse peligrosamente.

¿Por qué es irreemplazable Atacama? Los expertos consultados coinciden: su combinación de cielos oscuros, atmósfera estable y clima árido no tiene paralelo en el planeta. Este “recurso científico irreemplazable”, como lo definen en la carta, es la base desde la que se han hecho descubrimientos que redefinen nuestro lugar en el cosmos, desde exoplanetas hasta los confines del universo temprano. Chile concentra cerca del 40% de la capacidad observacional mundial, una cifra que se espera supere el 60% para 2030 con la llegada del telescopio Extremely Large Telescope (ELT).

La narrativa oficial chilena ha destacado por décadas su papel como “capital mundial de la astronomía”, respaldada por leyes pioneras de protección. Sin embargo, esta crisis pone a prueba ese compromiso. La carta de los científicos cuestiona silenciosamente: ¿prevalecerá la visión a largo plazo que posicionó al país, o cederá ante intereses industriales de corto plazo?

Mientras, desde el gobierno no ha llegado una respuesta oficial a las solicitudes de comentario. Este silencio contrasta con la acción coordinada de la comunidad astronómica internacional, que en junio formó una alianza inédita: el Consejo de los Cielos Oscuros, un frente unificado para defender este patrimonio.

La revelación final de esta investigación es que el conflicto trasciende lo local. No se trata solo de Chile o de un observatorio. Se trata de la capacidad colectiva de la humanidad para seguir escudriñando el universo. La pérdida de los cielos de Atacama, concluyen los expertos, no sería un retroceso nacional, sino un apagón global en nuestra búsqueda de las preguntas más fundamentales. La decisión que se tome aquí, en el desierto más árido de la Tierra, definirá qué tan lejos podemos ver mañana.

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