Depredador cibernético confiesa abuso de 108 niñas en cuatro países

En un giro que nadie esperaba (excepto quizás los 108 padres aterrorizados), Chase William Mulligan, el emprendedor de Maryland que revolucionó el acoso infantil vía Snapchat, admitió su innovador modelo de negocio: extorsión sexual industrializada. Su “startup” operaba en siete países, demostrando que la globalización también beneficia a los depravados.

El visionario de 28 años perfeccionó la técnica de amenazar con filtrar imágenes íntimas de niñas de 5 años –porque nada dice “éxito profesional” como aterrorizar a menores que aún creen en el Ratón Pérez–. Su lema corporativo: Si no me envías fotos, las subo a LinkedIn (o algo parecido).

Mulligan representa lo peor de la humanidad, declaró el fiscal Hayes, omitiendo que en realidad compite con políticos y banqueros por ese título. Su condena enviará un mensaje contundente, añadió, ignorando que los depredadores rara vez leen noticias judiciales antes de actuar.

El FBI, esa agencia que normalmente está demasiado ocupada investigando memes subversivos, logró detener al sujeto después de sólo cuatro años de actividad ininterrumpida. Usó 17 plataformas diferentes, reveló un agente, demostrando una versatilidad que hubiera sido admirable en cualquier otro contexto.

Mientras Mulligan planea su nueva vida tras las rejas (donde, irónicamente, tendrá menos acceso a internet que sus víctimas), el caso plantea preguntas incómodas: ¿Realmente necesitamos que Roblox tenga chat privado? ¿Y cuántos depredadores más operan con la eficiencia de una franquicia de comida rápida antes de que las plataformas actúen?

La moraleja: en el safari digital moderno, los depredadores ya no usan garras, sino emoticonos. Y las jaulas deberían ser de fibra óptica.