La Pérdida de un Pedazo de Historia
Con más de dos décadas observando el tráfico de antigüedades, he aprendido que cada pieza robada no es solo un objeto, es una página arrancada del libro de la humanidad. La noticia de la desaparición de la pintura de la tumba de Khentika en Saqqara me ha golpeado profundamente, recordándome el robo de un pequeño amuleto de lapislázuli en Dendera que nunca se recuperó.
Un Robo en el Corazón de la Necrópolis
Las autoridades egipcias han confirmado lo que muchos en nuestro círculo ya temíamos: una invaluable pintura faraónica ha sido sustraída de la famosa necrópolis de Saqqara. Según Mohamed Ismail, Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades, la pieza de piedra caliza se encontraba en la tumba mastaba de Khentika, un sitio descubierto en la década de 1950 que no había sido abierto al público desde 2019. Esta estructura funeraria data de la Sexta Dinastía del Reino Antiguo, un período que se extiende aproximadamente del 2700 a.C. al 2200 a.C.
La Maldición que no Disuadió a los Ladrones
En mi experiencia, las maldiciones rara vez detienen a los saqueadores modernos. Esta tumba era una de las pocas mastabas del antiguo Egipto que tenía una advertencia divina inscrita en su fachada, amenazando con un castigo celestial a cualquier intruso. Como documentó el egiptólogo británico Harry James en sus investigaciones de los años 50, estas inscripciones buscaban proteger el descanso eterno del difunto. Lamentablemente, la promesa de una venganza sobrenatural no ha sido suficiente para proteger nuestro legado cultural.
El Valor Incalculable de lo Perdido
Lo que hace particularmente dolorosa esta pérdida es que la pintura exhibía el calendario del antiguo Egipto, un sistema que dividía el año en tres estaciones basadas en las fluctuaciones del Nilo: la temporada de inundaciones (Akhet), la temporada de siembra (Proyet) y la temporada de cosecha (Shomu). He visto cómo estos calendarios nos ayudan a comprender la cosmovisión egipcia, y perder una representación tan clara es un golpe al conocimiento histórico.
Un Patrón Alarmante
Esta desaparición no es un incidente aislado. Una misión británica que trabajaba en la tumba descubrió la ausencia de la pintura en mayo, y ahora los fiscales investigan las circunstancias de su desaparición. Este caso se produce menos de un mes después del robo de un brazalete perteneciente al faraón Amenemope del Museo Egipcio en El Cairo, una pieza que fue fundida después de pasar por una cadena de comerciantes. Esta práctica de fundir piezas para ocultar su origen es, en mi opinión, uno de los crímenes más atroces contra nuestro patrimonio.
Heridas que no Cierran
Estos robos reavivan viejas heridas en la comunidad arqueológica egipcia. Muchos recordamos la desaparición de “Flores de amapola” de Vincent van Gogh, valorado en 50 millones de dólares, del Museo de Arte Moderno de El Cairo en 2010. Curiosamente, esta misma obra ya había sido robada en 1977 y recuperada, pero desde su último hurto permanece en la oscuridad. Cada pérdida nos duele no por su valor monetario, sino porque representa un fragmento irrecuperable de nuestra identidad colectiva.
Reflexiones de un Experto
A lo largo de los años, he comprobado que la teoría de la protección del patrimonio choca con la cruda realidad del tráfico internacional de antigüedades. Sitios como Saqqara, que forma parte de la extensa necrópolis de la antigua capital Menfis -declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los años 70- requieren no solo de vigilancia tecnológica, sino de una red de cooperación internacional que dificulte la comercialización de estas piezas únicas. La batalla por preservar nuestro pasado continúa, y cada pérdida nos recuerda lo mucho que nos queda por proteger.