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Drones incineran la esperanza en Sudán en un acto de absurdidad criminal

La entrega de alimentos vitales es saboteada en medio de una catástrofe humanitaria de proporciones épicas.

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Drones incineran la esperanza en Sudán en un acto de absurdidad criminal

Foto: Agencia AP.

En un alarde de eficiencia burocrática homicida, un ataque con drones de última generación logró incinerar con precisión milimétrica 16 camiones repletos de alimentos destinados a salvar vidas en Darfur del Norte. El convoy de Naciones Unidas, que osó adentrarse en una zona donde se vive una hambruna catastrófica, fue reducido a cenizas en lo que solo puede describirse como una lección magistral de lógica perversa: para acabar con el hambre, primero hay que eliminar la comida.

La portavoz asociada del organismo internacional, Daniela Gross, se apresuró a anunciar con alivio que todos los conductores y personal sobrevivieron. Porque, en el grandioso teatro del absurdo sudanés, las vidas humanas valen menos que un titular incómodo, pero un camión quemado es un mensaje político impecable.

Gross, en un ejercicio de diplomacia surrealista, destacó que aún se desconoce el autor del ataque del miércoles. Es el segundo en tres meses que impide la entrega de suministros vitales. Como en la mejor tradición kafkiana, la autoría del crimen es lo de menos; lo verdaderamente importante es su impecable ejecución y su mensaje claro: la ayuda humanitaria es un estorbo en el camino glorioso hacia la devastación total.

Sudán se sumió en este experimento de caos organizado en abril de 2023, cuando la violencia entre sus líderes militares y paramilitares estalló en Jartum y se extendió con el entusiasmo de una plaga bíblica. El balance, según las agencias de la ONU, es de una eficacia aterradora: 40.000 muertos, 13 millones de desplazados y casi 25 millones de personas al borde de la inanición. Una hazaña logística que cualquier genocida envidiaría.

Las Fuerzas de Apoyo Rápido y sus aliados, no satisfechos con el caos, anunciaron en junio la formación de un gobierno paralelo en las regiones bajo su control. Desde sus oficinas en Darfur, ahora emiten decretos entre acusaciones de crímenes de guerra y contra la humanidad, demostrando que la administración pública puede florecer incluso en el epicentro del horror.

Mientras las RSF mantienen sitiada el-Fasher —la única capital de Darfur que se resiste a su abrazo mortífero—, la ONU advierte que la población enfrenta condiciones de hambruna. El riesgo de inanición masiva se ha extendido ya a 17 áreas en Darfur y Kordofán, en una expansión imparable que rivaliza con las peores pestes de la historia. Todo ello, por supuesto, supervisado por drones de última tecnología que aseguran que ni una migaja de pan altere la pureza de este exterminio metódico y perfectamente orquestado.

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