El absurdo ritual de habitar las fauces de la bestia

El Divino Despropósito de la Montaña de Fuego

En un espectáculo de pirotecnia natural que supera cualquier festival gubernamental, el Monte Semeru, esa divinidad caprichosa de Java Oriental, ha decidido recordar a sus devotos habitantes quién manda realmente en el archipiélago. El miércoles, la montaña sagrada escupió con desdén aristocrático su mortífero aliento, una mezcla de ceniza, rocas y gas que viajó hasta 7 kilómetros, como si pretendiera alcanzar las oficinas de los burócratas que permiten que la gente viva en sus faldas.

El majestuoso espectáculo de la naturaleza recordando su supremacía sobre la planeación urbana. (Foto: AP)

Las autoridades, en un ejercicio de reactividad que haría sonrojar a una tortuga, elevaron la alerta no una, sino dos veces, como si el volcán necesitara permiso oficial para destruir aldeas. “No se han reportado víctimas”, proclaman los comunicados con la misma solemnidad con que un verdugo anuncia que el hacha está afilada.

Más de 300 almas, esos optimistas crónicos que construyeron sus hogares en las fértiles laderas de un gigante dormido, fueron evacuados hacia refugios gubernamentales. Abdul Muhari, portavoz de la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres, explicó con calma burocrática que habían ampliado la zona de peligro a 8 kilómetros, una medida tan útil como ponerle puertas al campo cuando el lobo ya está dentro del redil.

La Tragicomedia de los Montañistas

Mientras tanto, en lo alto de la montaña, 178 personas -entre escaladores, porteadores y funcionarios de turismo- disfrutaban de unas vacaciones inesperadas en el puesto de monitoreo de Ranu Kumbolo. Endrip Wahyutama, portavoz del Parque Nacional Bromo-Tengger-Semeru, aseguró con tranquilidad envidiable que “actualmente están seguros”, como si estar a 4.5 kilómetros de un cráter en erupción fuera equivalente a un día en el spa.

El mal tiempo y la lluvia, esos cómplices naturales del drama volcánico, obligaron al grupo a pasar la noche en lo que seguramente será la experiencia turística más memorable -y posiblemente última- de sus vidas.

La Amnesia Colectiva como Política de Estado

Lo más admirable de esta tragicomedia indonesia es la resiliencia humana frente a la evidencia geológica. El Semeru, también conocido como Mahameru, ha erupcionado numerosas veces en los últimos 200 años, incluyendo un espectáculo particularmente memorable en diciembre de 2021 que dejó 51 muertos y cientos de quemados.

Sin embargo, como en un ritual ancestral de masoquismo colectivo, decenas de miles de personas insisten en habitar estas laderas fértiles, como si la fertilidad del suelo compensara la posibilidad de ser enterrado vivo por capas de lodo incandescente. El gobierno, en un gesto de magnanimidad post-apocalíptica, trasladó unas 2.970 casas después de la última catástrofe, una solución tan temporal como poner una curita en una herida arterial.

Indonesia, ese archipiélago de más de 280 millones de almas temerarias, se encuentra estratégicamente ubicado a lo largo del “Anillo de Fuego” del Pacífico, esa herradura geológica que parece diseñada por un dios con sentido del humor particular. Propenso a terremotos y actividad volcánica, el país practica una forma única de ruleta rusa donde las balas son nubes ardientes y el tambor gira cada pocos años.

Mientras los evacuados miran hacia sus hogares cubiertos de ceniza, uno no puede evitar preguntarse si no sería más sensato declarar estas zonas como parques temáticos de la fatalidad en lugar de seguir practicando este absurdo ballet con la muerte.

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