El ataque que solo pospuso lo inevitable según los servicios de inteligencia

En un espectáculo digno de un mago fracasado, los bombardeos estadounidenses contra las instalaciones nucleares iraníes lograron lo imposible: gastar millones en misiles para, según fuentes de inteligencia, retrasar el programa atómico de Teherán lo mismo que un trámite burocrático promedio. ¡Bravo por la eficiencia!

La Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), ese órgano que suele confundir predicciones con horóscopos, concluyó que las centrifugadoras iraníes están tan “intactas” como la credibilidad del Pentágono. Mientras tanto, el Mando Central de EE.UU. insiste en que sus ataques fueron “precisos”, aunque la única certeza es que sellaron algunas puertas. ¿Estrategia o juego de azar?

Según The New York Times, antes de los bombardeos, Irán necesitaba tres meses para fabricar un artefacto nuclear; ahora, gracias al heroico esfuerzo bélico, necesitará… seis. Un logro comparable a intentar apagar un incendio con un soplido. Los exfuncionarios consultados añaden que, en el peor de los casos, Irán podría desarrollar un dispositivo “tosco”. Es decir, tan sofisticado como la política exterior de quienes lo bombardean.

Mientras la DIA presenta su evaluación, el presidente Trump insiste en que las instalaciones fueron “destruidas completa y totalmente”, contradiciendo no solo a sus propios espías, sino también a las leyes de la física. Por su parte, el secretario de Defensa Pete Hegseth declaró que las ambiciones nucleares iraníes “han sido borradas”. ¿Borradas? ¿Como los correos electrónicos de Hillary o como las promesas de campaña?

El jefe del Estado Mayor, Dan Caine, optó por la cautela: “Es muy pronto para comentar”. Traducción: “No tenemos idea de lo que hicimos, pero sonó impresionante en Twitter”. La Casa Blanca, en un giro tragicómico, reconoció el informe pero lo desestimó, como quien ignora un parte médico para seguir creyendo en el poder curativo de los pensamientos positivos.

Así, el mundo contempla otro capítulo de esta farsa geopolítica, donde las bombas son caras, los resultados efímeros y las verdades… siempre opcionales.