En mi larga trayectoria observando la política estadounidense, he visto cómo estos cierres gubernamentales siguen patrones predecibles, pero cada uno trae su propia dosis de amargas lecciones. El actual cierre del gobierno federal está a punto de convertirse en el más extenso de la historia contemporánea, superando incluso el episodio de 2019. Lo que comenzó como otra disputa partidista ahora amenaza con convertirse en una crisis humanitaria de proporciones significativas.
La postura de Trump: una estrategia de desgaste
Recuerdo cuando Donald Trump declaró en su entrevista dominical que “no seré extorsionado” por los demócratas. Esta retórica de confrontación, aunque efectiva para su base, rara vez conduce a soluciones prácticas. En mi experiencia, cuando un presidente adopta esta postura de línea dura, el estancamiento suele prolongarse hasta que las consecuencias se vuelven insostenibles para ambos bandos. Trump reiteró la posición republicana de que solo negociará cuando el gobierno reabra, una táctica que he visto fallar más veces de las que ha tenido éxito.
Lo que más me preocupa como observador veterano son los trabajadores federales esenciales, especialmente los controladores de tráfico aéreo. He visto cómo estos profesionales, que mantienen nuestra seguridad nacional, terminan pagando el precio más alto por disputas políticas que escapan completamente a su control.
El filibusterismo: un arma de doble filo
A lo largo de los años, he comprendido que el filibusterismo del Senado es como un medicamento potente: puede curar o empeorar la enfermedad según cómo se use. Trump ha renovado sus llamados para eliminar esta herramienta legislativa, argumentando que permitiría a los republicanos “hacer exactamente lo que queremos”. Pero los veteranos sabemos que lo que beneficia a un partido hoy puede destruir su capacidad de oposición mañana. Los republicanos del Senado entienden esta realidad institucional, incluso cuando la presión presidencial aumenta.
Las conversaciones entre bastidores
Detrás de la retórica pública, siempre existen canales de comunicación. El senador Tim Kaine mencionó conversaciones sobre “un camino para solucionar el desastre de la atención médica”, lo que me recuerda a crisis pasadas donde las soluciones emergieron cuando los moderados de ambos partidos decidieron poner el país por delante de la lealtad partidaria. Sin embargo, en esta ocasión, la brecha parece particularmente amplia.
La ironía que he observado a lo largo de décadas es que la Ley de Cuidado de Salud Asequible, aunque imperfecta, ha demostrado ser más resistente de lo que muchos anticipaban. Mientras los políticos discuten, un número récord de estadounidenses sigue dependiendo de esta cobertura médica.
Reflexión final desde la experiencia
He aprendido que estos cierres gubernamentales siguen un ciclo predecible: comienzan con posiciones maximalistas, pasan por etapas de desgaste mutuo y finalmente terminan cuando el costo político supera cualquier posible beneficio. Lo trágico es que, como sociedad, parecemos incapaces de aprender de experiencias pasadas. Los mismos errores se repiten, los mismos discursos se reciclan y, al final, son los ciudadanos comunes quienes cargan con las consecuencias de nuestra incapacidad colectiva para gobernar de manera responsable.
La verdadera lección que he internalizado después de observar numerosas crisis políticas es que el liderazgo efectivo requiere tanto firmeza en los principios como flexibilidad en las tácticas. Cuando uno de estos elementos falta, el pueblo paga el precio.

















